Gracias a un amigo común, Celso López Pazos, conozco algo la obra de un matemático y filósofo -docente en Vigo- estudioso de temas para mí apasionantes, verbigracia, los intangibles hilos de plata que conectan matemáticas y literatura. Sin ser trabajos especialmente originales -al respecto se ha escrito mucho- denotan en el autor exigencia y sensibilidad. Con estos precedentes, me sorprendió hasta el desconcierto su Tribuna del Lector "A lista máis rexeitada" (14/07/2014) que juzgo muy negativamente al tratarse de una opinión, en forma y fondo, sin base argumentativa ni siquiera cuando allega recursos técnicos tan descontextualizados como mal asimilados. También es cierto que cualquiera puede tener un mal día.

Porque, tómese por donde se tome, la segunda parte de "A lista máis rexeitada" constituye un intento completamente fallido de justificar lo que sigue: "Pretender que sexa alcalde quen encabece a lista máis votada (se non obtén maioría absoluta) é un fraude, un atentado á razón e un desprezo a toda a cultura política que nos iluminou polo menos desde antigua Grecia até a Ilustración" ¿Seguro? Mi opinión es otra y en un próximo artículo objetaré sistemáticamente esas afirmaciones -es técnicamente sencillo, casi rutinario- en exceso pedantes, perentorias y despectivas.

Hoy me ocuparé de la primera parte de la susodicha Tribuna del Lector. Tiene tela y además concierne en parte a mi precedente artículo en este diario ("A la ilegalidad anticonstitucional, ni agua" 29/06/2014). Cabe que el autor de "A lista máis rexeitada" no se refiriese alusivamente a mi punto de vista si bien para todos los efectos viene siendo lo mismo. Esa primera parte reza así: "En tempos de desilustración e de inmediatez dogmática, calquera chamado á razón, sexa para lograr métodos de representación más ponderados, sexa para escoller a forma de goberno, trata de contrarrestarse desde os medios que conforman a opinión -ou, mellor dito, nos medios conformes coa opinión dominante- con grandes doses de sensatez; non é o momento e aos cidadáns preocúpanlle outras cousas, din. O urxente é modificar a Constitución, en tempo record, para que pagar a débeda sea prioritario, ou lexislar para que J.C. Borbón goce canto antes de inmunidade"

Para empezar, es lo más natural del mundo, aquí o en Tokio, que los medios de comunicación -incluidos los periódicos- sirvan de vectores de expresión de la opinión o cultura dominante -Mainstream, dicen los anglosajones- siempre que den cabida, pero en la justa proporción de la demanda real de eventuales receptores, a otros enfoques. Lo mismo ocurre con las revistas científicas que no son únicamente cauces del mainstream de la época sino que asimismo lo retro-activan hasta que aparece un nuevo paradigma. Ello no impide que una opinión o idea minoritaria pueda ser felizmente revolucionaria pero tampoco es obligatorio que, a la par de los maletillas, a todas se les dé la misma oportunidad. En cualquier caso, no sé de qué se queja el autor de "A lista máis rexeitada" ¿no le han dejado expresar su crítica opinión en este diario?

Más graves, por tergiversadas, me parecen otras vehementes afirmaciones. Por supuesto que urgió modificar la Constitución para dejar claro que había que pagar prioritariamente la Deuda. Y no se necesita ser matemático ni filósofo para entenderlo, basta con reflexionar un par de minutos respecto al significado de "prima de riesgo". Con la reforma, el artículo 135 de la Constitución Española (27/09/2011) quedó parcialmente redactado como sigue: 1. Todas las Administraciones Públicas adecuarán sus actuaciones al principio de estabilidad presupuestaria.

España estuvo a punto de ser intervenida. Al ser el gasto público -en el que se incluyen salarios de docentes- superior a los ingresos fiscales, los mercados aplicaban tipos de interés a la Deuda emitida cuyo galopante incremento hacía cada vez más difícil nuevos endeudamientos a tipos sostenibles. No se me oculta que, aunque tardíamente, el BCE fue quien verdaderamente sacó las castañas del fuego pero, antes de que ocurriera, si los mercados no hubiesen tenido la certeza de que con las medidas tomadas por nuestro Gobierno se iban a pagar por ley intereses y principal hubiesen estrangulado con altas primas de riesgo la financiación del gasto excedentario, difícil de equilibrar con los menguantes ingresos obtenidos por punciones impositivas. Y ahora que vengan los de Follemos, digo, Podemos y aliados adjuntos con que hay que exprimir más a los ricos en plan Luis Candelas porque se me desencaja la mandíbula. Resumiendo, el Gobierno, al substanciar la modificación del artículo 135, envió una urgente señal suficientemente clara a los mercados y empezamos a recoger los frutos.

Cuestión aparte es el aforamiento de Juan Carlos I. Por mucho que moleste a otros a mí no me parece un hecho crucial ni dramáticamente reseñable más allá de lo que realmente es: un acto de generosidad para con un anciano enfermo que tuvo la elegancia de abdicar en un momento difícil para España. Generosidad que la mayoría de los españoles justifica de buen corazón -lo que despectivamente algunos llaman opinión dominante- por servicios prestados en un reinado que la Historia juzgará, en sus claroscuros personales, con benevolencia. Pero especialmente sorprende la asimetría de juicio y mezquindad justiciera en quienes aplaudieron con manos y orejas la amnistía a asesinos reincidentes propiciada en la Transición por el ahora aforado al que niegan la mínima garantía de tranquilidad en sus viejos días.

In fine, sigo sin entender las prisas de los republicanos -ustedes léanme a la gallega porque, de hecho, las entiendo demasiado bien- toda vez que en treinta o cuarenta años tendrán la ansiada república. No obstante, la vida es así de cabrona, será, sí, una República Islámica.

*Economista y matemático