La abdicación esta mañana de S.M. el Rey, hecho novedoso en la historia política de España y que hay que remontar en el tiempo a Felipe V, el primer Borbón, ha creado un precedente no sin cierto peligro para la institución y puede incluso lastrar el reinado de su sucesor . No oculto que, pese a lo dicho, la abdicación de D. Juan Carlos I es la mejor solución para la Monarquía, y recalco Monarquía.

El Rey se va anunciando y propiciando un cambio generacional en la Jefatura del Estado en uno de los peores momentos por los que ha pasado la Monarquía desde 1975. La abdicación del Rey, con las múltiples lecturas que cada uno/a de nosotros/as quiera y sepa hacer, puede, y es legítimo, ser cuestionada por las dificultades del momento actual, cuando los dos grandes partidos, PP y PSOE, acaban de sufrir un fuerte varapalo en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo.

En un primer momento, apenas conocida la noticia, califiqué el hecho como "el final definitivo de la Transición", concepto que ahora mantengo y asumo. Lo que vendrá a partir de ahora será, sin duda, un tiempo nuevo. Y en esta nueva etapa urge de cara al futuro profundizar en los valores y principios constitucionales, alcanzar una democracia plena, representativa, más abierta a la sociedad y dotada de una clara separación de los poderes del Estado, primando la función del Parlamento como sede real de la soberanía nacional y poniendo fin a la corrupción política y al descrédito institucional. Urge atajar una crisis económica y social mal gestionada por gobiernos sucesivos de este país sumido en la dramática cifra del 26 % de paro que daña al conjunto de la sociedad y de manera especial a los jóvenes. Urge, en estos momentos de "desapego" democrático e institucional mirar hacia adelante con el horizonte puesto en la Constitución.

A nadie se nos oculta que la ciudadanía demanda una reforma importante de la Constitución en pos de la mejora y la renovación de la vida democrática. Y ante este requerimiento hay que asumir la tarea de profundizar en la democracia y reforzar el conjunto de las instituciones, en sintonía con la reclamación de muchos/as españoles/as en un momento de debilidad institucional y "desapego" ciudadano hacia ellas. Es la hora, en estos momentos difíciles de dirigir confiadamente la mirada a la Constitución que garantiza la paz y la convivencia y establece las pautas de la sucesión.

Hoy se ha abierto una nueva e importante página de nuestra Historia, a todos y a todas nos corresponde estar a la altura de las circunstancias.

*Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Vigo