Hugo: "Los secretos ajenos son mi especialidad. Por algo soy el más temido de los cronistas de la farándula. Mi silencio es oro y a cambio me dan exclusivas vistosas pero inocuas. Truman Capote se buscó la perdición cuando usó una novela para hablar de las damas de la alta sociedad sin pelos en la lengua. Yo no soy así. Por eso confían en mí mujeres como esta veterana actriz que espera mis preguntas mientras la maquillan para la sesión fotográfica. La primera vez que la vi llevaba baúles de Goyard hechos a medida y una docena de maletas con pegatinas internacionales. Fue en un exquisito hotel de la Provenza y ella vestía vaqueros, una camiseta blanca y unos zapatos puntiagudos de ante azul claro con suela roja. Era tan bella que no necesitaba nada más. Estaba decepcionada de París y había decidido cambiar de aires una temporada. Yo creía que en París todos eran inteligentes y creativos, y resultó que todo es pequeño y vulgar, las calles, los apartamentos y los cerebros, me confesó con desencanto en un ligero arrebato de esnobismo. Aquella jovencita hermosa y natural se ha convertido en una atractiva mujer de mediana edad que no teme a los espejos. Empecé a anotar posibles titulares. No es lujo, querido, es estilo. La moda cambia siempre y a menudo, pero el estilo... ah, querido, el estilo permanece. Me confiesa que el cine la aburre, que tiene dinero de sobra para no necesitarlo, que vive de fiesta en fiesta alrededor del mundo. Brindemos por ello, propone, ofreciéndome una copa de champán. Esta noche irá a un desfile benéfico. Ayer fue una de las invitadas a una macrofiesta en un crucero de vips. ¿Sabes, querido? Hay mucha gente con talento, pero muy poca con un don para gustar a la gente. Yo lo tengo. ¿Y sabes por qué? El momento más feliz de mi vida fue cuando dejé la cama con 12 años después de pasar dos en ella con tuberculosis. Desde entonces tuve claro que viviría cada día como si mañana no pudiera volver a levantarme. El miedo, querido Hugo, me hace libre".