Desde 2008, los ciudadanos de los países occidentales, y los españoles con especial intensidad, estamos padeciendo los efectos económicos, sociales y laborales de la crisis económica más intensa desde el conocido como "Crack de 1929". Las causas han sido debatidas en el ámbito económico y político. La desregulación de los mercados, núcleo ideológico de la derecha desde comienzos de la década de los ochenta, ha llevado a una burbuja financiera que ha estallado con toda virulencia más de veinte años después.

En el caso de España, este fortísimo golpe económico ha sido todavía más intenso, porque a la burbuja financiera se ha unido una burbuja inmobiliaria, iniciada en la era Aznar, de enormes dimensiones para el tamaño de nuestra economía, que lamentablemente los sucesivos gobiernos no han sabido o no han querido parar.

Esta crisis tiene un origen ideológico claro; la desregulación económica y el mantra de que los mercados en un marco de libertad absoluta acaban buscando, y encontrando, el "bien común". Evidentemente es falso, los mercados buscan maximizar los beneficios de los propietarios del capital, y solo se interesan por el bienestar, si de alguna manera éste supone un beneficio añadido para ellos, no para los ciudadanos en su conjunto.

En esta confrontación ideológica y económica, la derecha ha encontrado en la crisis la excusa perfecta para llevar a cabo sus inconfesables objetivos políticos y económicos. La primera mentira: el culpable de esta situación es el sector público y los servicios públicos universales, sanidad, educación, servicios sociales y pensiones públicas son insostenibles. La segunda: recortándolos queremos preservarlos. No, los objetivos son otros, se trata de desgastar estos servicios hasta convertirlos en beneficencia, y privatizar aquellas partes más rentables... cobrarles por ellos a quienes pueden pagar, para los demás, la misericordia de no se sabe quién.

En Galicia, en España, los resultados de estos seis años de crisis los conocemos todos. Un desempleo insoportable que se ceba sobre todo en los jóvenes y las mujeres, como ocurre siempre; y que además se ha convertido en paro de larga duración con la carga de frustración, desarraigo y potencial conflicto social que esto acarrea.

Unos recortes en las pensiones y los subsidios de desempleo que están situando a las familias ante escenarios de pobreza desconocidos desde hace décadas. Todo ello acompañado de intensos recortes en los servicios públicos, sanidad, educación y políticas sociales que adelgazan el colchón que como sociedad habíamos construido; eso sí, la izquierda mucho más que la derecha.

Si a este escenario, unimos la llamada "devaluación interna", una forma elegante de llamarle a sostenidas y cuantiosas rebajas salariales; nos encontramos con una doble forma de pobreza. La de aquellos que no tienen ingresos regulares, y la de aquellos que aún teniéndolos no alcanzan niveles que les permitan un modo de vida digno. Creo que no soy apocalíptico: esta es la situación que conocemos y observamos cada día los habitantes de este país.

En este contexto, los gobiernos del Partido Popular, tanto en Galicia como en España, han vuelto a desempolvar el tótem de la macroeconomía. Potentes campañas mediáticas que nos señalan que hemos salido técnicamente de la recesión, y que la vía del crecimiento está abierta y en marcha. Creo que, por calidad democrática, es necesario poner las cosas en su justo lugar.

En primer lugar, en una situación como esta resulta inhumano pensar solo en los números y olvidarnos de las personas. Pero aún mirando los números estos son descorazonadores, es verdad que el PIB ha dejado de caer, pero la recuperación es tan débil y tan incierta, y no lo digo yo, lo dicen todos los organismos competentes, que los riesgos son enormes y los ritmos previstos, ridículos. Viendo el camino que nos queda por delante, absorber el elevadísimo número de parados con salarios dignos es una tarea hercúlea; que el gobierno no intente engañarnos con su potencia mediática.

En segundo lugar, esta lenta y débil recuperación deja una sociedad mucho más desigual y más fragmentada, por mucho que la derecha intente ocultarlo no hablando de ello. ¿Por qué Rajoy o Feijóo nunca pronuncian las palabras pobreza y desigualdad? Por que ingenuamente creen que lo que no nombran, no existe. Pero que no se equivoquen, esta realidad existe, todo los ciudadanos la vemos todos los días.

Aunque el Sr. Feijóo diga en el Parlamento de Galicia que en Galicia en 2007 había más pobreza que en 2014, todos los gallegos sabemos que es mentira. Tendría que explicarnos si no le avergüenza que en el país que preside, más de 300.000 personas vivan en hogares con todos sus miembros en paro; y más de 100.000 en hogares en los que no entra ningún tipo de ingreso.

Los informes realizados por todo tipo de organismos, desde organismos internacionales hasta Cáritas, están ahí. España es el segundo miembro de la Unión Europea con el mayor índice de pobreza infantil, superado solo por Rumanía, y lamentablemente Galicia no se libra de esta situación.

Este dato, dramático, debería de establecer que las prioridades sociales, de las personas tienen que estar por delante de las económicas, que los gobiernos tienen que anteponer los criterios sociales a los intereses económicos y dedicar más inversión a la creación de empleo. Aunque quienes nos gobiernan no nos hablen de ello, la pobreza y la desigualdad están aquí, entre nosotros, y desde la izquierda vamos a hablar de ello tanto como podamos... verlas es el primer paso para combatirlas.