Sol al fin, al menos por unos días, pero en el Norte llueve tanto desde hace tanto (seis meses casi seguidos), que la gente empieza a mosquearse. Un viandante amigo me recuerda que Clarín llamaba anfibios a los habitantes de Vetusta. Yo suelo contestar que son solo las leyes de la inercia: lluvia llama a lluvia, como sequía llama a sequía. Gracias a esas leyes todo adquiere cierta rigidez y estabilidad, y el azar no campa por sus fueros. Gracias a ellas, por ejemplo, aguantan en pie, pese a todo, el sistema económico, una casa en ruinas, el orden en la calle o la monarquía española. "¿No puedes poner otro ejemplo de las bondades de la inercia?", dice mi amigo, que tira a republicano. Bien, le respondo, mírate a ti mismo, ¿qué es lo que nos mantiene en pie, y aún con ganas, más que la inercia?. Vida llama a vida. Mi amigo se queda callado, mira al cielo y dice: "bendita lluvia".