En el fondo la doctora jefa Merkel piensa que España y los demás países que se han chutado mucho crédito barato para montarse un paraíso artificial son drogadictos, y la anemia y las convulsiones que sufren forman parte del mono. Ella no es partidaria de sucedáneos, cree que la adicción se cura (o no) cortando el suministro. En el fondo el médico de cabecera Rajoy piensa lo mismo (Guindos: "Lo que es bueno para Alemania es bueno para España"), aunque a veces se sienta impresionado por los ataques del síndrome y le pida a la doctora jefa un calmante. Más al fondo todavía todo el equipo médico trabaja (aunque no lo sepa, o finja no saberlo) para los amos del tinglado, que primero han traficado con la droga, luego explotan el hospital y al final harán lo mismo con los enfermos, una vez reeducados para trabajar más (horas, años de vida laboral) por menos (salario, servicios públicos).