Hace muchísimos años escribí estos versos, en tal día como hoy: "La primavera no es ningún milagro / simplemente, ocurre. / El milagro es que la esperemos / y abramos estrofas con su nombre". ¿Importa acaso que, tras tanto tiempo, sea milagro o costumbre? Otro año escribí: "Llegó la primavera / sin avisarnos / y ha montado las velas / en sus balandros". Cuando, como ayer, su llegada ha coincidido con una explosión de luz, que pone fin a un largo período de frío y lluvias, sería injusto no corresponder a esa celebración de la naturaleza con la propia de uno, reanudando este culto anual. Podría ser así, con una advertencia a los más renuentes a la floración estacional: "La primavera sabe / dónde encontrarte, / aunque tú no la busques / vendrá a buscarte". O así, para los que se sientan vencidos por el tiempo: "Las muchas primaveras / a las espaldas / obligan a batir / fuerte las alas".