Con su singular sentido del humor, el Espíritu ha designado al único argentino que no vio los goles de Messi contra el Milan

Dios gana en rapidez con los siglos. El Viejo, como lo denominaba Einstein desde la familiaridad intelectual, no desea que el Universo se le escape de las manos. O recela de la sospechosa agilidad que han adquirido los vetustos cardenales en el manejo de twitter. En cuanto a la decisión en sí, el Espíritu ha recurrido a su singular sentido del humor para designar al único argentino que no vio los goles de Messi contra el Milan, por hallarse confinado en el Vaticano. Y vecino del físico Einstein, en cuanto químico.

Los prolegómenos de la nominación fueron tan emocionantes como una novela de Dan Brown. Nunca me había pasado una hora mirando absorto los visillos de una ventana, máxime con la certeza de que detrás no se movía ninguna mujer. Sin embargo, y como también ocurre con los folletones del norteamericano, flaquean al final. La aparición del portavoz francés fue un anticlímax. Con el contoneo característico de Louis de Funès, proclamó a Bergoglio en la convicción de que estaba desilusionando al mundo. La palpable decepción era similar a la que se produce en las novelas de Brown, donde el galán nunca acaba junto a la protagonista femenina. El nuevo Papa es un Tom Hanks, no un Brad Pitt.

Se necesitaba un Papa italiano y latinoamericano, de ahí Bergoglio que rima con orgoglio. La Iglesia aspira a recuperar su orgullo, para lo que precisaba el consenso de sus extremos. De ahí un jesuita ultraconservador. En la geografía de la teología de la liberación, un valedor de la dictadura argentina de Videla. El Sumo Pontífice tiene un pasado político, en el mismo terreno que Ratzinger.

"Habemus Papam", recitó el simpático francés. Hubiera sido más exacto, aunque menos latino, "Habremus Papam". La Iglesia tiene licencia para nombrar a su consejero delegado, pero luego ha de someterlo a la consideración de la opinión pública. Vox populi, vox Dei, ahora que la parroquia ha recuperado las nociones de latín. Benedicto Siglo XVI entró en combustión al ponerlo en contacto con las masas, y su papado se deshizo en el escándalo. Francisco no tiene el porte ni la edad para recuperar la inocencia primigenia de la Iglesia. Y cabe esperar que no recurra al generalato para sanearla, como sucedió en Argentina.

Los italianos hubieran preferido que el Espíritu juguetón les hubiera nombrado un presidente del Gobierno estable, en lugar de desequilibrarlos con el corrosivo Beppe Grillo. En realidad, la adscripción divina de la elevación papal tiene el mismo valor que el goleador que se santigua después de marcar. Lo hace Messi, por lo que el martes señalaba simultáneamente la clasificación de Champions y la nacionalidad del inminente Pontífice. El goleador es Dios, el Papa será su hombre en la tierra..

La jaleada intervención de la divinidad ha de contemplarse con sano escepticismo. Sorprende que un agente divino infalible promueva al infeliz Albino Luciani, y un mes después, se vea obligado a eliminarlo para enmendar su error. Con el fracaso de Ratzinger ha sido más condescendiente, ya sea por ablandamiento o en atención a los servicios inquisitoriales prestados previamente. "Habremus Papam", visto el desolador precedente de Benedicto. Está a punto de aparecer un nuevo libro de Dan Brown, que permitirá contrastar la vigencia de ambas confesiones.