La impresión generalizada que tenían los franceses en el período previo al levantamento en Galicia era la de que reinaba una notable tranquilidad externa, pero no se ocultaba una cierta preocupación por la inquietud que provocaban las informaciones que llegaban de Madrid y Bayona. Lo cual iba en consonancia con los preparativos y las medidas cautelares que se van disponiendo, indicativas de que el grado de sosiego y de seguridad no era tan consistente y firme como podía parecer. En este contexto se inscribe la llegada a Coruña, el 10 de mayo, procedente de Burgos, del Oficial de Estado Mayor, el Mariscal Bessieres, para asegurarse del estado de la situación del Reino de Galicia en lo concerniente a la tranquilidad pública y a la seguridad de los franceses que aquí se encontraban.

En principio, el sector que en función de su profesión, fuerza y antecedentes históricos (nunca había habido en los tiempos modernos un pueblo en armas) podía suponer el único escoyo serio a las intenciones y proyectos napoleónicos era el militar. Con todo este, hasta que las masas y la nueva organización de poder le empujaron a eso, se comportó, por lo general, sumiso, obediente y sin causar el menor problema. La información francesa que se tiene sobre los militares de alta graduación, en lo que a Galicia se refiere, no puede ser más favorable en cuanto a su actitud y trato. Y esta opinión no era conyuntural sino constante. Veamos alguna muestra: cuando el nuevo cónsul Fevelat llega A Coruña queda sorprendido del carácter pacífico y tranquilo ( "a diferencia de Burgos" , dice) del pueblo, que le mira hasta de buen grado, y del buen orden que sigue la vida cotidiana, al cual contribuye sin duda "la prudencia del Capitán General". Y para justificar esta opinión cuenta que un "Commis de Boutique" (empleado de botica) español había insultado tiempo atrás al jefe de asalto del barco corsario "l´Aventure de Bordeaux" y que puesto el hecho en conocimiento del Capitán General, este le advirtió al dependiente amenazadoramente con mandarle a galeras si reincidía, con lo que, desde entonces, "(il) ne dit plus le mot" (no dijo ni palabra).

En algunos casos las relaciones entre algunos miembros de la jerarquía militar y representantes de la nación francesa superaba la estricta norma del deber, o de la disciplina, o de la simple cortesía diplomática, dándose una cierta connivencia a la hora de tratar, exponer y prevenir asuntos del momento. Como por ejemplo, cuando a principios de mayo llega a Coruña el oficial francés Mongat, acompañado del agente J. Vangard, con la misión de inspeccionar los arsenales coruñeses y pulsar las opiniones de las autoridades ante la nueva situación política, el buen recibimento de estas, junto al alborozo de los franceses residentes, llegó a provocar un cierto malestar entre parte del pueblo acusándolas de afrancesadas. Y cuando el comisario comercial Foureroy conoce los sucesos de primeros de mayo en Madrid escribe al Comandante General del Reino y Ejército, Francisco de Biedma exhortándole a que tome las providencias oportunas para que eso no se repita en el Reino de Galicia y, después de ponderar su rectitud, valor y respetabilidad, añade que "la felicidad del reino no es poca al tenerlo a él como comandante general en horas tan difíciles", a lo que contesta este dando las gracias por haberle enviado ciertos papeles impresos, por la confianza que con eso manifestaba "y las finas expresiones con que la acompaña", y añadía que "Puedo asegurar a v.s. tomé las providencias que me parecieron justas para que en este Reyno no se experimenten los desórdenes que comete un populacho seducido por la malicia".

Cuando al cónsul le llega el rumor de que el Ayuntamiento de Santiago había dirigido, el 7 de mayo de 1808, un recurso al Comandante General con el fin de conseguir autorización para armar una tropa ciudadana que suponía iba a ser antifrancesa, le envía un escrito (el 11 de mayo) preguntándole -con el objeto de informar a su Gobierno- por las medidas que se habían tomado para tranquilizar a la ciudad, a lo que se contesta el mismo día en los siguientes términos: "Fundado en los sobrios y prudentes sentimientos del Gobierno, habrá v.s. reconocido hoy por el bando publicado... los deseos de ilustrar con los debidos exortos a todos sus naturales para separarles de todos los sediciosos influjos de los perturbadores del sosiego y de la obediencia... y que la nación francesa no halle motivo de que quejarse como se lo he expresado a V.S.? Se sirva v.s. tranquilizar sus cuidados seguro de que se interesa mi obligación en eso". El bando al que se hace referencia fue publicado el día 11 en A Coruña por orden del Ministro de la Guerra y recuerda al público los sucesos del 2 de mayo en Madrid, y las terribles consecuencias que tuvieron para los culpables, y llama a la tranquilidad y, sobre todo, a la buena armonía con los franceses que están ya o que puedan venir a Galicia, amenazando con los más severos castigos para los que les ofendan.

En realidad los franceses no temieron nunca a las autoridades gallegas, a las que consideraban verdadeiramente sumisas, y pensaban que Galicia era una provincia lejana fácil de conquistar y que al pueblo ignorante lo mismo le daba tener unos gobernantes que otros. El único problema era un clero muy fanático al que había que controlar con la captación de los Obispos.

Causas de la insurrección en Galicia

Las previsiones francesas no se cumplieron, porque la insurrección surge ya por todos los sitios, y la presión popular promueve nuevos representantes y el nacimiento de las Juntas de Defensa a partir de junio de 1808. Tampoco las armas francesas pueden poner el país en obediencia, porque, a pocos días de entrar en Galicia y conquistar sus principales ciudades, el pueblo gallego, fundamentalmente en el campo, se levanta instigado por clérigos, abades y fidalgos, principalmente, y apoyado por el ejército del marqués de la Romana. A finales de enero de 1809 estalla la sublevación popular y en pocos días toda la región estaba en plena rebelión. Dos cuerpos de ejército, el 2º de Soult y el 6º de Ney, eran incapaces de poner en obediencia a estas provincias. ¿Qué sucedió para que en solo unos días se pasara de la francofilia expresada, como por ejemplo, por el obispo de Lugo Felipe Peláez, su clero y autoridades (9 de enero) al duque de Dalmacia a una francofobia manifestada por una sublevación general? ¿Por qué extrañas pulsiones colectivas fue posible que el pueblo gallego se levantara contra un formidable ejército ocupante de más de 40.000 hombres bien armado y experimentado?

Ya hace tiempo que George Rudé (La multitud en la historia, 1976) introdujo a la muchedumbre, rural o urbana, a los rebeldes primitivos, en el centro de la historia social llevándonos al terreno indefinido de los sentimientos colectivos, a la explicación de las causas que llevan a la exasperación de la gente y que culmina en un estalido violento. Sobre ese sentimiento de indignación popular era después fácil encontrar unos jefes o caudillos que les dirigieran, sobre todo contando con la ayuda de soldados y mandos del ejército de la Romana.

¿Cómo pasó el pueblo gallego de considerar al ejército francés como un aliado (que lo era oficialmente) a ser un enemigo irreconciliable? A mi entender -y entre otras- hay varias causas que merecen ser destacadas:

1.- Cuando entra el ejército francés en enero de 1809, el medio año de retraso que Galicia tenía respecto de la sublevación de mayo de 1808, de la permanencia de la familia real en Francia, de la carta de Bayona y de la creación de las Juntas de Defensa, le permitía tener una opinión realista de las verdaderas intenciones de Napoleón y un tiempo necesario para que, a través de manifiestos, diarios y sermones, principalmente, se inflamara de patriotismo al pueblo español y, loxicamente, también al gallego.

En Galicia, además, hay que tener presente toda la propaganda antirrevolucionaria que los clérigos refractarios franceses habían difundido desde 1791. Esto explicaría, en buena parte, el papel fuertemente beligerante de los curas y monjes, que los franceses no entendían, que no consistía solo en apoyar u organizar la guerrilla, sino que llegaba hasta el punto de dirigir el combate y disparar a los franceses, por lo que fueron fuertemente represaliados por los galos, tal y como cuenta en sus informes el general Soult al referirse a los frailes del Bon Xesús de Transdeiras y su defensa del puente de Xinzo, y a los de Melón y San Clodio en la batalla de Ribadavia.

También los periódicos, los primeros que se imprimen en Galicia (Diario de Santiago, Diario de la Coruña, la Gazeta de la Coruña, etc.) son un vehículo fundamental de exaltación del patriotismo y de la defensa de la religión y del rey Fernando. Así, como por ejemplo, en el nº 1 del Diario de Santiago (1-junio-1808) se decía textualmente: "Nobles vasallos del desgraciado Fernando: el Reyno de Galicia quiere morir por la fe tan pura, como la recibió de sus Padres; arde por volver a ser Español, y nunca consentirá que caigan sus haciendas en manos extrañas. Para eso tomamos las armas".

Y la propaganda y manifiestos oficiales de las distintas Juntas de Defensa hacen permanente hincapié en la exaltación de la defensa de la Religión, del Rey y de la Patria, como, como por ejemplo, la de Ourense que remata "Viva Galicia, Viva España, Viva la Fé, Viva Fernando, muera el tirano"; o aquella otra de la Junta de Galicia que, además, de la defensa de esos tres conceptos fundamentales, incluye un cierto carácter de cruzada contra el infiel al equiparar los ejércitos napoleónicos a los musulmanes.

2.- También hay que tener presente la actitud altanera del ejército francés. Un ayudante de campo del mariscal Ney llamado Henry de Saint Simon escribía en su Diario al referirse a Galicia: "No es una campaña lo que estamos haciendo, es una devastación por bandidos militarizados, y nosotros (los oficiales), que lamentamos la situación y nos enfrentamos a los soldados para contenerlos, somos asesinos". Las ciudades quemadas en parte, los rebaños y los caballos exterminados o robados, todas las herramientas agrícolas quemadas por ser más seca su madera y más rápido quemar los muebles que talar los árboles; todas las iglesias saqueadas y profanadas?

La secuencia acción-represión, con la subsiguiente espiral de odio y violencia, se inició ya a finales de enero en el pueblo de Salas, donde los franceses acuchillaron a 9 personas, y el enfrentamiento posterior, el primero en serio que tuvieron los franceses en Galicia, de los paisanos de Valdeorras con un escuadrón (100) de húsares (caballería) a los que mataron y cogieron prisioneros. Las represalias galas fueron siempre brutales, y se calcula que por un francés muerto solían matar a cuatro paisanos.

(*) Profesor de la Facultad de Historia del campus de Ourense de la Universidad de Vigo y director de la UNED.