A Juan Güell

Reina tal desconcierto en el ámbito económico que sin ton ni son fructifican ideas u opiniones las más de las veces exóticas sin excluir alguna que otra casi milenarista. Por doquier se agavillan sinrazones y falacias para designar inequívocamente a un culpable principal o chivo expiatorio que cargue con los pecados de la colectividad. Entre nosotros goza de gran predicamento endosarle las culpas a Alemania. No es del todo inocente Alemania y su testarudez, entreverada de avaricia, está agudizando una crisis que aun siendo en parte estructural también se nutre de causas más superficiales, no muy difíciles de rectificar y con ellas los perniciosos efectos. Pero afirmar que "es matemáticamente evidente que los problemas de la zona euro se solucionan con la salida de Alemania" -como leí el otro día- equivale a perpetrar una sandez de tal calibre que al economista que la exponga -y, créanme, los hay- habría que aconsejarle que se dedicara a otra cosa. A pastar, por ejemplo. Y es que ese "es matemáticamente evidente que?" resuena como la pezuña del inquisidor bajo la sotana grasienta golpeando la razón hasta noquearla con su cansina melopea tantas veces rebuznada: "Roma locuta, causa finita". Que en español castizo significa "Díjolo Blas, punto redondo".

No obstante, sí es cierto que la arrogancia germánica ha pasado del "Cuius regio eius religio" al "Cuius regio eius pecunia". Lo quieren todo: el poder y el dinero. Aun así, hay que contar con Alemania para bien o para mal, sin ella las cosas estarían peor a pesar de que a veces más que la locomotora de Europa parece una aspiradora. En cualquier caso, de eso a presentar propuestas que rozan el puro terrorismo intelectual hay un trecho que ningún economista que se respete debe franquear. No se puede hablar en términos monetarios solamente de Alemania sino de los países que implícitamente constituían la antigua "zona marco". Son varios los que, entre los más solventes y dinámicos de Europa, seguirían a Alemania en su salida o expulsión (¿a escobazos?) de la zona euro.

Holanda, Austria y Finlandia mantienen discursos bastante más duros que el de Alemania para con los países periféricos del euro. Además, a buen seguro, Francia saldría con ellos toda vez que su política de estado para el siglo XXI es no despegarse ni un ápice del recrecido vecino del norte. Con la salida alemana del euro nacerían dos zonas monetarias, una constituida por los países del así llamado núcleo duro y otra recosida con los andrajos del resto. Los mercados nos verían a los de esta parte de aquí como unos pringados a los que no prestarían ni un céntimo o pagando primas de riesgo estratosféricas. Sobra decir, en ese caso sería mucho mejor que España abandonase de inmediato la nueva sub-zona monetaria para no involucrarse en un colectivo cuyos socios no le traerían más que problemas. Por tanto, la salida de Alemania del euro llevaría ipso facto a la de España (¿alguien sabe cómo, con o sin Cataluña?)

Creo que muy pocos han batallado como yo para que no entráramos en el euro tan precipitadamente como lo hicimos. Pero con el mismo ardor beligerante que por entonces me opongo actualmente a la salida de España al menos sin intentar previamente mejorar el funcionamiento no tanto de la zona euro sino del euro dentro de cada país periférico de la zona. También es asimismo cierto que no podemos permanecer dentro del euro mucho más tiempo en las presentes condiciones. Dentro de diez años, si no se añaden nuevos episodios recesivos, seguiremos sufriendo, con suerte, una tasa de desempleo del 15%. Esto significa la muerte laboral de la juventud española, el aniquilamiento de su capacidad profesional y de su dignidad personal, convirtiéndose España, en el mejor de los casos, en un país de asistidos sin excluir que caigamos en el desamparo tercermundista.

No sé si la última reforma laboral tendrá alguna incidencia sobre la tasa de crecimiento del PIB capaz de crear empleo neto, que en la actualidad ronda el 2%. Siendo muy optimistas, supongamos que con el 1,5% de crecimiento del PIB los efectos virtuosos de la susodicha reforma permitan la creación de empleo neto. Sería insuficiente, sin embargo, para cercenar el paro masivo que sufre España, el cual, en términos reales supera los seis millones y medio de desempleados aunque los criterios que se aplican a su medición permitan decir otra cosa. Por tanto, sin pecar de voluntarismo, el objetivo de crecimiento debe ser el 3% del PIB como mínimo.

Según el Economic Research Department de BNP Paribas, hasta el 2007 el crédito contribuyó al 80% del espectacular crecimiento español a pesar del lastre del sector exterior. Es absurdo volver a contar con los recursos en euros de los bancos franceses o alemanes, ni españoles, con vistas a gravitar en torno a tasas de crecimiento más modestas pero en absoluto desdeñables, del orden de un 3% del PIB. Los préstamos de la banca cayeron casi el 6% en un año -al tiempo que las nuevas operaciones descienden el 25%- mientras los impagos baten records acercándose al 11%. Ello se traduce en 5.778.100 parados según la última Encuesta de Población Activa. Pero el paro estimula a su vez la morosidad que, siguiendo un mecanismo clásico de selección adversa, encarece el crédito y lo reduce. Lo cual genera más paro: el mecanismo perverso se retroalimenta. No es poco consuelo, en estas circunstancias, haber relajado la dependencia de financiación exterior.

La europeseta electrónica emitida por el Banco de España, supervisado por el BCE, complementaria con el euro, cerrada, con su misma paridad 1:1 y de curso legal, podría ser la única solución para generar una fuente de crédito, reservada a las empresas, no inflacionista y autóctona. Ahora bien, en lugar de hacer caricaturas chapuceras, primero hay que entender qué son las europesetas electrónicas y, sobre todo, lo que no son. En previsión de un trabajo que preparo con Juan Güell ("Europesetas electrónicas: manual de implementación y uso") quede constancia de momento que las europesetas no substituyen ni compiten con el euro sino lo complementan puesto que por definición la moneda complementaria es aquella que permite la realización de una transacción que en su ausencia no tendría lugar.

*Economista y matemático