La manifestación independentista de la Diada produjo el efecto -previamente calculado- de menear al binomio PSOE-PSC que, aletargado y falto de ideas, echó mano de uno de sus mantras preferidos para recuperar protagonismo: el federalismo.

De nuevo el PSOE juega con fuego, no le importa poner en la parrilla Constitución bocabajo y España patas arriba. Por supuesto, la cantinela es conocida; que si el encaje de Cataluña en la realidad plurinacional española; que si la adaptación a las nuevas necesidades de la globalización y del proceso de integración europeo; que si el federalismo es el baluarte definitivo para sofrenar al secesionismo, etc. En fin, llueve sobre mojado. Es decir, en el PSOE no han aprendido nada y llevan camino de no aprender nunca: el nacionalismo, sin las transfusiones sanguíneas del socialismo hace tiempo que hubiese muerto. Ni siquiera han aprendido que España está más descentralizada que muchos estados federales y que lo que guardan los nacionalistas para su coleto -y el PSC de los Nadal, familia Maragall y Chacón es también un partido nacionalista- no es una federación de regiones o autonomías sino una confederación de naciones o estados. Y una confederación de naciones, aunque la pinten de torera, sustituyendo a la actual estructura de poder territorial del Estado español, son palabras mayores pues es la antesala del desmembramiento definitivo de España. En una confederación de naciones, debe quedar claro, no son necesarias 17, bastan dos, verbigracia, Cataluña y España.

Incluso sin llegar a una estructura plenamente confederal, el federalismo asimétrico que palpitaba alocadamente en el Estatuto de autonomía de Cataluña -antes de ser auscultado por el Tribunal Constitucional- avecindaba en su articulado toxinas de destrucción masiva contra la capacidad redistributiva y equilibradora del Gobierno central y la soberanía del pueblo español. Si el Tribunal Constitucional no hubiera desmontado los artículos que conferían más margen de maniobra soberanista a los nacionalistas, las recientes exigencias fiscales de Mas al Gobierno, puros chantajes, habrían cuajado en una goleada del orden Generalitat 10 - España 0. Y hubiesen constituido de consuno una plataforma ideal para ir levantando los peldaños por los que los independentistas calculan transitar pasito a pasito de España hacia Europa.

O sea, si Rubalcaba y otros socialistas -los gallegos, sin ir más lejos- están pensando en relanzar Estatutos de similar calado convendría disuadirlos de inmediato. Porque, enlazado con lo anterior, no debemos olvidar que en Galicia, durante la gubernatura del así llamado bipartito, llegó a tener notable predicamento en el socialismo gallego -no digamos entre los nacionalistas del BNG- la pomposa propuesta de revisión constitucional y estatutaria catalana, abanderada por Maragall con el respaldo de Zapatero, en aras de dar cobijo al relajamiento asimétrico de los vínculos entre las regiones y nacionalidades españolas: hacienda, selecciones deportivas, acervo lingüístico común, representación exterior, etc.

Ante tanta frivolidad, inconsciencia y miopía como la que acaba de mostrar Rubalcaba proponiendo en caliente que se reforme la Constitución para "avanzar" se impone recordar varias cosas. La primera, y en este punto tiene razón el secretario general del PSOE, es que no hay en la tierra ni en el cielo ley que garantice la eternidad de las constituciones: todas son susceptibles de ser reformadas o derogadas; la segunda, aunque las constituciones no son eternas no deben reformarse en caliente bajo condicionamientos oportunistas fruto de la presión o amenazas de adversarios políticos; finalmente, puesto que las constituciones pueden reformarse no queda excluido que, en buena ley, la española se reforme en sentido contrario al que propugna Rubalcaba y los nacionalistas. Si son tan demócratas como dicen deben aceptar que si se abre el melón constitucional sea con todas sus consecuencias. Una de ellas, poner fin a este dislate anacrónico que llamamos Estado de las Autonomías.

Contra todo pronóstico razonable, al darse por sentado que la experiencia vivida con Zapatero había dejado claro a los socialistas no tanto lo que hay que hacer pero al menos lo que se debe evitar, Rubalcaba vuelve por donde el PSOE solía. En este sentido, conviene restablecer, hasta donde sea posible, el origen de la sinrazón de tanta jactancia por parte de Mas que no es otro que la pusilanimidad del PSOE ante el PSC, muchos de cuyos dirigentes asistieron a la Diada independentista. Si Mas se ha engallado es porque, basándose en precedentes recientes, sabe que en el PSC sostienen sus exigencias fiscales aliándose con él en sutil pacto "anticentralista" contra el españolismo "recentralizador" que es como ellos llaman a lo que en cualquier otro país europeo es método y norma elemental de buen gobierno.

Las alas que actualmente levantan el vuelo de la autodeterminación en Cataluña son un regalo de anteriores gobiernos socialistas a los secesionistas al hacerles creer que los privilegios circunstanciales que les entregaban eran derechos definitivos. Y a eso, con todo el morro, los expertos del PSOE en ingeniería constitucional le llaman federalismo asimétrico. Véase la sesgada concepción asimétrica de la "España en red" que planteó Maragall con el acuerdo del PSOE, y por tanto de Rubalcaba, que ahora Mas quiere capitalizar a ultranza en el "ámbito de decisión" nacional propulsado previamente por el PSC. Ese es el federalismo con el que los socialistas piensan premiar de nuevo a los secesionistas amparándose en el ingenuo pretexto de acallarlos temporalmente, en detrimento del resto de España. Ese es el cuento de nunca acabar que nos quieren endilgar una vez más, al que se suma oportunamente Duran i Lleida como narrador invitado alegando que el derecho a la autodeterminación no equivale a independencia. Verdaderamente, nos toman por tontos.

Va siendo hora que dentro del PSOE alguien diga a Rubalcaba que no sea pelma, que no sea tan infantil y deje de dar la lata con el federalismo, ya nos lo están imponiendo por arriba en Europa, que deje de contemporizar con los secesionistas y sus primos hermanos del PSC, y que de vez en cuando el viejo partido socialista español defienda a España sin complejos en Cataluña. Entonces, sí, se podría plantear seriamente la oportunidad de un gobierno de concentración nacional.

*Economista y matemático