"El perro guardián de la democracia". ¿Quién no ha usado alguna vez esta frase para referirse al papel de la prensa? De los periodistas y de su labor de investigación se espera que ejerzan de contrapeso a las inercias del poder, que por naturaleza tiende a la concentración, al abuso y al ocultismo, senderos hacia la corrupción. Pero en tanto los medios de comunicación han llegado a ser un poder en ellos mismos, el famoso "cuarto poder", son potencialmente susceptibles de caer en las mismas desviaciones, y entonces se impone una pregunta: ¿quién vigila al vigilante? O, con mas crudeza: ¿quién nos defiende del perro malo? "El gran hermano te está mirando", rezaban los carteles omnipresentes en "1984", la novela de George Orwell que dibujaba una pesadilla totalitaria donde el Estado respondía a la pregunta catequética sobre Dios: ¿El Estado lo ve todo? Sí, padre, el Estado lo ve todo, el pasado, el presente y el futuro, y hasta nuestros más ocultos pensamientos. Mas que un gran ojo, el Gran Hermano de los totalitarismos es un gran oído que todo lo escucha, una gran oído compuesto, formado por miles de oídos simples que espían y delatan.

Hoy los ojos y los oídos que nos observan son electrónicos y digitales, y por ello más sutiles e indetectables, más traicioneros. Nuestro pasado está registrado de forma indeleble en miles de archivos, desde las transacciones con la tarjeta de crédito hasta los mensajes de correo electrónico, depositarios también de los pensamientos. Para los más ocultos, sin embargo, preferimos aún el teléfono, creyendo quizás en la veracidad del "verba volant, scripta manent": lo escrito permanece, lo hablado lo lleva el viento. Craso error. Los teléfonos móviles, que hoy es casi tanto como decir simplemente los teléfonos, funcionan con tecnología digital, y dejan tanto rastro como las charlas en Facebook. Nunca hagan confesiones delicadas a un buzón de voz: alguien puede andar espiando.

Puede ser el Estado, porque dispone del poder y las herramientas para ello, pero no debe. Si lo hace y se descubre, es tarea de los periodistas darlo a conocer e incluso investigarlo. ¿Qué ocurre, sin embargo, cuando es la propia prensa quien incurre en tal comportamiento? La Policía británica ha anunciado que se pondrá en contacto con miles de personas que pueden haber estado en el objetivo indiscreto del detective privado contratado por el semanario sensacionalista "News of the World" para espiar teléfonos móviles, se supone que para pescar noticias suculentas sobre gente famosa o relevante. El escándalo no es nuevo, pero sí la dimensión que ahora parece tomar. Los primeros casos se destaparon en 2007, y forzaron la dimisión del entonces director del tabloide, Andy Coulson, después de que el responsable de la información de la Casa Real, Clive Goodman, y el detective privado Glenn Mulcaire, fueran procesados y encarcelados por espiar los teléfonos de ayudantes de miembros de la monarquía británica. Tras las últimas elecciones, Coulson de convirtió en portavoz del primer ministro conservador David Cameron, pero el mes pasado de vio obligado a dimitir tras la aparición de posibles nuevas víctimas, entre ellas la modelo Elle MacPherson y la actriz Sienna Miller, pero también el exviceprimer ministro John Prescott, que se cree espiado en busca de relaciones extramaritales. Al principio la Policía pretendió que se trataba de unos pocos casos, pero tras la presión de parlamentarios, periodistas y exempleados del "News of the World", que han afirmado que la práctica era generalizada, ha acabado por reconocer que en la documentación relacionada con el detective Muclaire aparecen no menos de 3.000 nombres de potenciales objetivos, que van a ser advertidos uno por uno.

¿Quién vigila al vigilante? ¿Cómo va a protegernos este perro guardián? No estamos hablando solo de prensa, sino de poder. "News of the Word", al igual que los diarios "The Sun" y el anciano "The Times", pertenecen a Rupert Murdoch, un magnate de la comunicación con más influencia que muchos gobiernos, que en EE UU también es dueño de la muy conservadora cadena Fox.

Pero el tamaño no es determinante. Se puede ser pequeño y perverso, aunque quizás entonces la Policía no dará pie, como en este caso, a sospechas de encubrimiento por dilación. Al fin, todo es cuestión de ética profesional... y de que los perros guardianes sean muchos, muy diversos, y se vigilen también entre ellos.