Pues la verdad es que, dicho con el mayor de los respetos y sin la menor intención de caer en la impertinencia de aconsejar a a quien no lo necesita, parece llegado el momento de que el señor presidente de la Xunta informe a la sociedad gallega de qué es lo que le espera en lo que al panorama financiero se refiere. Y no parece haber un momento mejor que esta misma semana, aprovechando que el Parlamento reanuda su actividad plenaria.

(Por cierto que, aprovechando la ocasión, quizá tampoco estuviere de más que la Cámara se decidiese de una vez a revisar su propio calendario y si menester fuere incluso su Reglamento. Porque no es de recibo que con el país angustiado por la crisis y las perspectivas, sus señorías suspendan parte de sus tareas durante todo el mes de enero: no lo justifica el hecho de que mantengan otra parte especialmente si se considera que en casi todos los casos las percepciones son fulltime, como dicen los sajones.)

Se le pide a don Alberto Núñez una información adecuada a la importancia del asunto porque hasta ahora se ha limitado a dar opinión, lo que no es poco pero sí insuficiente. Y más si se tiene en cuenta que cuanto ha dicho revela que aún carece de estrategia –y aun de táctica– para afrontar unas expectativas muy preocupantes en las que tanto él como otros que se lamentan tuvieron papel importante. Ahora de lo que se trata no es de criticarle porque rectifique, sino de saber cómo lo hará, no sea que resulte peor como remedio que la enfermedad que quiere combatir.

Algunos observadores urgen esa explicación, y en ese sentido quizá fuese útil aprovechar el pleno de hoy, sobre todo si se piensa que el margen de tiempo se estrecha. Con el Gobierno central, y el PSOE que lo respalda, en pleno frenesí de contradicciones –Zapatero y su equipo dicen por la mañana una cosa, por la tarde la contraria y al día siguiente otra distinta– hay que sosegar, no ya a los mercados, sino a los ciudadanos en general.

En este punto, procede otra aclaración: lo que se reclama de la Xunta no es tanto que intervenga cuanto que contribuya en la medida de sus posibilidades –que no son pocas a la luz del Estatuto– a que la propia caja única busque soluciones desde unas perspectiva de solvencia y galleguidad. O sea, un esquema que algunos gestores habían reclamado antes y durante la fusión y a los que no solo no se atendió sino que además fueron objetivo de ataques. Si rectificar es de sabios, hay que empezar por ahí.

¿O no...?