Hubo tiempos en que creímos que el amor estaba regido por la libido, y nuestro código era el Ars Amandi de Ovidio. En esta biblia del erotismo, anterior a Cristo, estaban ya condensadas todas las tácticas para el amor: dónde encontrar mujeres, cómo cortejarlas, cómo conquistarlas (el autor era varón), cómo mantener el amor, cómo recuperarlo, cómo evitar que nos lo roben... Hubo después un tiempo medieval del "amor cortés" que todos estudiamos en el Bachillerato y que se nutría de la separación de los amantes, una concepción platónica y mística que no incluía la relación física aunque era muchas veces adúltero. ¿Y hoy? Si más de 266.000 gallegos, por citar al paisanaje más cercano, recurren actualmente a internet para buscar pareja o establecer nuevas relaciones, uno diría que estos tiempos son una recreación cibernética de aquellos medievales del amor cortés en que el amor no se satisfacía en la realidad. Paradojas de la historia. Aquellos enamorados insatisfechos que la literatura dividió en tímidos, suplicantes, entendedores o amigos según el grado de relación con la amada, se servían de trovadores que cantaban poemas a esta dama de sus amores habitualmente casada, quizás con un marido dispersando sus genes como Dios manda por alguna cruzada. Hoy, de ordenadores.

Hoy el amor empieza a resolverse en la distancia, o sea entre ordenador y ordenador y metidos los ciberamantes en sus respectivas madrigueras domésticas. No en la misma, cada uno en la suya. Digo el amor, que es algo más espiritual, porque si hablo del sexo tendría que sospechar que también se dirime sin salir de ellas, en un onanismo compartido que si acaso se resuelve haciendo el amor con uno mismo mientras se teclea con el otro. En Galicia, en los últimos cuatro años aumentó en un 88 por ciento el número de quienes se registraron en uno de esos "portales" de búsqueda de pareja y tal es la cosa que no habrá lector que no tenga algún amigo colocado o enganchado a uno de ellos. Uno está dispuesto a probarlo pero pertenece a una generación anterior en la que todo se resolvía mano a mano, oído a oído, labio a oreja, jadeo a jadeo, con ese chop-chop húmedo que hacen los cuerpos cuando en el acto del amor se entrecruzan, entresacan, entremeten, entreveran y hacen una especie de vacío. Yo soy un defensor a ultranza del sonido chop-chop; chopchoptear ha sido nuestra práctica no remunerada mas referencial y lo seguirá siendo hasta que el músculo capital para la misma caiga exhausto pero eso a lo mejor hoy se ve como algo museológico, decadente, frontal, arriesgado, poco higiénico. Y con lo que se pierde mucho tiempo.

Que una parte importante de gallegos jóvenes recurran a estos portales "dating" -como se denomina a la búsqueda de pareja a través de la web- , tendrá múltiples causas pero una de ellas es sin duda la falta de tiempo. Hoy la sociedad se divide entre quienes tienen todo el tiempo del mundo, parados o jubilados, y quienes no tienen ninguno porque el productivismo neoliberal se basa en eliminar empleos a base de darle más ocupación a quienes trabajan. O sea, en las horas extras encubiertas. Y así no hay tiempo para el amor entre estos angustiados jóvenes (jóvenes/as según el futuro idiocatecismo de lo políticamente correcto), que tienen que recurrir al Internet del amor en sus pocas horas libres, robadas al sueño. Ya dije una vez que hoy o te lo haces en tu puesto de trabajo (a poder ser con un eyaculador precoz para ganar tiempo y en el baño mas cercano de tu planta) o si no olvídate de hallar pareja o satisfacción sexual siquiera. La nueva sociedad productivista aumentará el número de noviazgos gestados en el espacio de la propia empresa a falta de otro espacio, invalidando aquel refrán de nuestros mayores según el cual "donde tienes la olla... " no metas aquello que no debes.

O sea que el amor por internet, mal que le pese a aquel Ovidio del "Ars Amandi" que nos escribía ya antes de Cristo sobre afeites, miradas o posturas, es el nuevo testamento. En base a ese soporte de encuentro (ya no el bar, el cine, el baile de salón o unos grandes almacenes) se tejerá gran parte del nuevo orden sexual y afectivo del presente, aunque no nos olvidemos que un medio como internet es ideal para el engaño o la ilusión y a lo mejor va a generar un renacimiento del romanticismo, que es eso, hermosa superchería. Las infidelidades de quienes quieren compensar el tedio de las relaciones estables serán (ya lo son), por tanto, virtuales. Lo suyo serán escapadas digitales. Aunque ha nacido, contra internet, otro modo de ligue esperanzador porque vuelve al cuerpo a cuerpo: el de los fumadores que se encuentran en la calle, expulsados a las tinieblas exteriores.