No sé a qué el escándalo porque sus señorías del Senado se concedan el derecho de lenguas recurriendo a la traducción simultánea si menester fuera. Ya de siempre se sospechó que no había allí más pretensión que la de hablar sin por ello escucharse y no han hecho más que profundizar en tal porfía añadiendo un mecanisno plurilinguístico para conseguir por fin no comprenderse ni aunque decidieran por vez primera prestar oídos. Pena que, ya puestos a integrar, no hayan introducido la propuesta de la Confederación de Personas Sordas , el lenguaje de signos, sistema que parecería el más idóneo para los miembros de tal cámara aunque, como han demostrado con el castellano, no sean muy proclives a usar códigos lingüísticos comunes con los que pudieran correr el riesgo de entenderse. Pero no dramaticemos. Las lenguas enriquecen un país y a veces, como en este caso, el recurso a lo simbólico se pone por encima de la comprensión práctica.

Peor, si cabe, es el peso que han perdido las palabras justo cuando más se dicen o acaso por ello: se dicen tanto a través de tantos medios que, si antes componían un sonido inteligible, sólo hacen ahora ruido devastador para la inteligencia, incomprensible. Y es que, aún cuando la clase política española utiliza el mismo idioma en los espacios comunes, que es casi siempre, no sabe el oyente qué escucha porque ha habido un desplazamiento de sus significados cuando no los han vaciado del todo. ¿No ve usted a los partidos de derecha reivindicando ahora con palabras de la izquierda y a los de ésta acudir a terminologías y conceptos que siempre pertenecieron a aquella? ¿Es hoy el PSOE un espectro ideológico que recorta derechos y prepara el camino para entregar el Estado en manos de intereses económicos trasnacionales y el PP quien defiende al país de su pérdida de soberanía y a sus atribulados ciudadanos del expolio progresivo de sus derechos? ¿Sostiene por tanto la izquierda postulados de la derecha y la derecha de la izquierda o es que, como pretenden voces bien pagadas, ya no hay derecha ni izquierda ni conservadores ni progresistas ni plusvalía ni capital sino nada? ¿Cómo utiliza el PSOE gallego palabras de tanto voltaje para enturbiar un simple viaje vacacional del líder del PP y cómo éste las usó por un problema de gasto en decorados en el despacho presidencial del adversario o las quiere usar para convertir en un Watergate galaico un supuesto espionaje entre partidos gallegos?

No, no es que los partidos hayan cambiado sino que el brutal deterioro ético, la pérdida de referentes y valores que hoy vivimos y antes aseguraban una cierta estabilidad, se ha trasladado a las palabras, que se han convertido en lanzaderas, cargas huecas a punto de quedar huérfanas incluso de su sentido etimológico. Las palabras no se pesan y el mismo Álex Grijelmo, autor de un Libro de Estilo, vino a decir que se lanzan conceptos como tortura, nazismo o censura con la misma levedad con que se dice hola o adiós. Vivimos un tiempo en que las mentiras se venden como verdades, en que la corrupción no cobra dividendos en el voto y en la que los políticos despliegan ante los votantes como nunca un catálogo de ilusiones a base de desproveer de derechos al Diccionario de la Lengua y de convertir su rico arsenal verbal, tras violarlo, en una barraca de tiro al blanco. Si el mismo Papa, que al fin y al cabo representa a Dios, acaba de corregir el significado de palabras básicas de nuestra educación sentimental como infierno y purgatorio, haciendo perder sentido a pánicos flamígeros que sufrimos otrora, es verosímil que políticos que sólo representan a pobres humanos hagan con el lenguaje de su capa un sayo. En una entrevista, el escritor Luis Mateo Diez me recordó un consejo que a él le había dado su padre: "Hijo mío –le dijo antes de morir–, a veces callando también se escribe. La vida me ha enseñado que quienes más hablan son los que menos tienen que decir".

Hay un lenguaje de la basura. O sea que pasamos por tiempos en que el lenguaje se adultera como nunca pero también que se utiliza para el insulto, que se ha instalado en nuestra vida pública degradando nuestra convivencia. Si entras en foros de Internet ves cómo el anonimato proporciona impunidad a una serie de criminales del verbo, que lo usan a su antojo. Se ha democratizado lo barriobajero y no se destina a campos de rehabilitación lingüística a conductores y participantes de programas televisivos que socializan la estupidez y viven del insulto, la delación y la calumnia. Ellos han acelerado, difundido e incrustado la basura en las palabras y en el trato.