De un tiempo acá dominan las novelas enormes, y ahora hablo del tamaño, aunque a veces (no siempre) también lo sean en ambición y calidad. Me pregunto por este raro fenómeno, tan alejado de aquel vaticinio de Italo Calvino, a fines del siglo XX, de que una de las características de la novela futura sería la ligereza. Mi hipótesis es que la nueva moda macro vendría a ser una reacción frente a todas las aceleraciones y levedades propias de la vida bajo el imperio de la tecnología: un modo de parar al lector , dejándolo encenagado en un viscoso pantano de letras, en un tejido de historias cruzadas, idas y vueltas en el tiempo, nudos apretados y frases densas de las que sólo calan a lluvia lenta, todo ello sin ver el fondo del pozo, 500 páginas abajo, o más. El lector se refugia en estos vientres como si fueran catacumbas. Lo malo es la modorra, por la poca luz y la escasez de aire.