El día que quebró Lehman Brothers el modisto Óscar de la Renta vendió un abrigo de piel de 100.000 euros. Quien gasta eso en un abrigo merece un Óscar de la Renta o una Palma de Oro de los Beneficios. El comprador notaría que se acercaba una glaciación capitalista y se preparó para el frío. Además de Óscar de la Renta, abrió en la "milla de oro" de Madrid la joyería Tiffany´s para los que quieran desayunar con diamantes en estos tiempos de ayuno. Como acabábamos de ver la risa de Damien Hirst y de su calavera de brillantes batir récords de pago privado por arte irónico nada nos sorprende.

Para saber cómo viven la crisis los que no la viven habría que tener noticias costumbristas de Suiza o de donde pasen estas cosas, incapaces como somos de imaginar a gente sin hipoteca, con tarjeta de crédito ignífuga, inalterable cuando llegan los seguros de los coches o sube el internado de los niños. Lo más que oímos son preocupaciones de sus empleados, que recomiendan no ir a presentar un expediente de regulación de empleo en un Mercedes.

El lujo movió en el primer semestre de este año 121.000 millones de euros porque hay chinos y rusos que no saben en qué gastar. El problema es cuando se acaba el lujo y todavía queda dinero, caso de Román Abramóvich, que regaló a su novia 40 hectáreas en la Luna, no sabemos si edificables. ¿Dónde se compran parcelas de Luna? (Parece buen título para un libro cursi pero su respuesta es prosaica: en internet).

Los poetas que todavía escriben de la Luna hablan de su hermosura pálida y lejana pero la quieren así, pálida y lejana, porque no son astronautas ni selenitas. Los enamorados se la prometen y se quieren a su luz pero cuando se casan prefieren un pequeño pedazo de tierra. Abramóvich, como ya es dueño de la casa más cara del mundo, regala un pedazo de Luna. No está cara la hectárea -100 euros- pero no deja de ser un fragmento de paisaje árido, irrespirable, ingrávido y agujereado. Un regalo horrible que sólo tiene el lujo de tirar el dinero.