Oigo en la radio del coche un anuncio que proclama las bondades del Ceregumil, jarabe reconstituyente que yo asocio a las largas convalecencias de mi niñez. Era un extracto de cereales, legumbres y miel y nos lo hacían tomar a cucharadas para superar la debilidad y abrir el apetito. Poco a poco, porque las recuperaciones fulminantes no se fomentaban entonces y la convalecencia se desarrollaba por etapas (la última incluía dos salidas a la calle para tomar el aire y acostumbrar el cuerpo al contacto con la realidad exterior). Yo lo creía desaparecido del mercado, pero ahí continúa con renovado vigor al cabo de haberse cumplido cien años desde su lanzamiento. En la farmacia de mi abuelo en Luarca lo despachaban como Ceregumil Fernández, que era el primer apellido del inventor de la fórmula, el farmacéutico granadino Bernabé Fernández- Canivell. Mi abuelo materno, José Mittelbrunn, que descendía de un linaje alemán establecido en Jaén, me contó que el jarabe había comenzado a producirse en la localidad cordobesa de Montilla, pero la factoría se desplazó luego hasta el municipio malagueño del Algarrobo donde se hizo muy popular, hasta el punto que una amplia zona del mismo se conoce por el nombre del jarabe. Durante el primer año de la Guerra Civil, se fabricó de forma clandestina para evitar la requisa de la autoridad militar. Me alegra especialmente esta pervivencia del Ceregumil clásico en medio de la proliferación de remedios milagrosos y vigorizantes sensacionales. Aunque no es el único que supo permanecer en los estantes de las farmacias. Ahí siguen, el laxante Bescansa para el estreñimiento de adultos, el jarabe del doctor Manceau para el estreñimiento de niños, las pastillas Koki para la tos, la sal de frutas Eno, y los parches Scholl para los callos. En cambio, han desaparecido los famosísimos Parches Sor Virginia y el legendario linimento Sloan, productos que se anunciaban con espectaculares dibujos sobre las paredes medianeras de algunas casas. La monja usaba una toca de gran vuelo y el veterano ´sportman´ exhibía unos bigotes engominados, con las puntas hacia arriba, al estilo del pintor catalán Salvador Dalí. Del laboratorio Brum, de Luarca, que dirigía mi tío Pepe, aún pervive la vaselina esterilizante, que se usa mucho en hospitales, y hubo una sal de frutas bastante buena y una pomada Cure. A la poderosa industria farmacéutica internacional se le atribuyen irresistibles presiones sobre la clase política en orden a favorecer sus intereses. Y el conocido autor de novelas de intriga John Le Carré, una vez desaparecida la Unión Soviética, la convirtió en el "eje del mal" de sus fabulaciones. Pero eso poco tiene que ver con los productos de que hablamos. La evocación del Ceregumil me trae a la memoria otros remedios ya desaparecidos, como las "Pilules Orientales" y las "Pilules Circasianas", a los que se atribuían efectos milagrosos en el crecimiento y reafirmación de los pechos femeninos. En las revistas antiguas, como " La Esfera" o "Blanco y negro", venían unos anuncios muy atractivos con dibujos de señoritas exuberantes. Podían tomar nota de ello los anunciantes de ´contactos´, que no destacan precisamente por su finura artística.