La detención en Francia del llamado "Txeroki", supuesto jefe de los comandos de ETA, ha reavivado las especulaciones políticas y periodísticas sobre un debilitamiento terminal de la banda terrorista, gracias principalmente al acoso policial español, y a la buena coordinación con los servicios secretos de otros países. De forma habitual, con Francia, y ,en este caso, con los Estados Unidos. En algunos medios se resalta que en la captura del jefe etarra fue decisiva la colaboración de la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana, que habría detectado algunos de los correos electrónicos enviados por él, mediante la utilización de un sistema muy sofisticado de interceptación de mensajes. Esta ayuda especial resultó decisiva en el buen éxito de la operación y pone de relieve que los servicios secretos norteamericanos disponen de muy buena información sobre los movimientos de la organización terrorista, como ya se puso de manifiesto durante la etapa de gobierno de Aznar cuando el giro estratégico a favor de las tesis de Washington propició una estrecha sintonía política entre ambas administraciones. Curiosamente, durante su comparecencia para dar cuenta de la detención de "Txeroki", el señor Zapatero expresó su gratitud hacia el gobierno de Sarkozy pero no hizo lo mismo respecto del gobierno de Bush, quizás para evitar preguntas inconvenientes sobre cómo funciona ese eficaz sistema de violación universal de la correspondencia electrónica, se supone que sin autorización judicial. En cualquier caso, hay que congratularse de la detención de "Txeroki", al igual que la de cualquier otra persona que utilice el asesinato y la violencia como forma habitual de actuación política. Lo que vaya a ocurrir a partir de ahora con ETA y con sus militantes entra en el terreno de la especulación aunque su estrategia es conocida. Teóricamente, reclama territorios de dos Estados (Francia y España) para construir la futura patria vasca, pero en la práctica solo golpea a la nación que considera más débil. A corto plazo, es de suponer que subsistirá malamente mientras algún grupo más fanatizado intenta un golpe espectacular con la munición de la que todavía dispone. Pero, a largo plazo, su suerte está echada. De una parte, porque los Estados a los que desafía son infinitamente más fuertes. Y de otra, porque, a quienes la han venido manejando bajo cuerda, acabará por resultarles inservible el instrumento. Un fenómeno tan complejo como ha sido ETA desde su fundación no se despacha en cuatro líneas, pero hay un aspecto que sí llama la atención. Me refiero a la fidelidad de una masa amplia de simpatizantes a los designios de la reducida cúpula que la dirige desde la clandestinidad más absoluta. Quién accede a la dirección y mediante qué método es un misterio. A veces, cuando veía manifestarse en las calle del País Vasco a cientos de personas gritando "ETA mátalos", no pude evitar la tentación de comparar esas actuaciones con las de los participantes en algún rito sacrificial de las antiguas civilizaciones. La masa abajo pidiendo sangre y los sacerdotes arriba, en lo alto del templo, con el cuchillo dispuesto a degollar a la victima elegida. Y todo ello en ofrenda a una deidad insaciable, llámese patria vasca o llámese como se quiera.