Los españoles tenemos mucha más independencia de criterio de la que piensan a veces los políticos. O algunos políticos. Más de casi un año de pura propaganda anticrisis no ha podido con la palmaria realidad de que esto que el Gobierno lleva casi un año negando que fuera lo que es, es lo que desde el principio hemos sabido todos que era: una crisis con todas las letras, cuya profundidad y duración ningún experto se atreve a pronosticar. La principal conclusión de la encuesta sobre la crisis que ha publicado este fin de semana El País es que 9 de cada diez españoles piensan que la economía "está en crisis". Sin eufemismos. Y sin anestesia.

Los miles de pequeños empresarios que están teniendo que cerrar sus negocios por falta de liquidez o por el inusitado endurecimiento que han experimentado los créditos bancarios, las decenas de miles de familias que ya no pueden pagar su hipoteca, o los simples amos y amas de casa que cada día hacemos la compra, no necesitamos que ninguna encuesta venga a decirnos que estamos en crisis. Lo hemos sabido desde el principio. El Gobierno también, claro. Cada mal dato del rosario de malos datos económicos que llenan desde hace meses los medios de comunicación han pasado antes por la mesa del Gobierno. Antes de las elecciones negó la realidad por electoralismo, después no me pregunten por qué porque no logro entenderlo. Y si fuera sólo yo... Pero el dato más significativo de la encuesta en cuestión tal vez sea que la mayoría de los propios votantes del PSOE tampoco lo entienden, y rivalizan en desconfianza hacia el gobierno con los del PP.

El 40 por ciento de quienes votaron a Zapatero el pasado 9-M duda de su capacidad para afrontar la situación, que seis de cada diez califican abiertamente como "mala" o "muy mala". Entre el resto de la población, como pueden imaginar, la alarma es aún mayor. En tiempos de crisis, la tendencia a buscar refugio "en el Gobierno" suele incrementar el índice de confianza en él a poco que las medidas de futuro que adopte resulten creíbles. Pero la obstinación de Zapatero en negar la mera existencia de la crisis sólo ha servido para que la incertidumbre sobre el presente y el futuro impulse el pesimismo y la desconfianza en el Gobierno hasta cotas preocupantes... incluso entre sus propios votantes. ¿Con qué beneficio? En mi opinión, sin beneficio para nada ni para nadie. Teníamos una crisis, y ahora tenemos dos. Además de la economía, me temo que también ha entrado en crisis - sospecho que no sólo en las encuestas - nuestro estado de ánimo.