El Centro Gallego de La Habana amaneció ayer mudo, vacío, sin vida. Una imagen inédita para un lugar por el que pasan a diario cientos de personas. Un espacio en el que el bullicio, la música y un intenso programa de actividades culturales forman parte intrínseca de su naturaleza. Y así transcurrió toda la jornada. El formidable edificio mostraba un aspecto fantasmal. La noticia del fallecimiento de Fidel Castro llevó a la dirección del centro a sumarse al luto nacional y a suspender todo acto y cerrar prácticamente sus puertas durante nueve días. El sonido de las gaitas, las panderetas y los tacones de jóvenes aprendiendo a bailar muiñeiras fue sepultado por un denso y sobrecogedor silencio. El del respeto, y en muchos casos admiración, a la figura de su comandante.

"Escuché la noticia de la muerte del comandante Fidel cuando su hermano Raúl lo anunció en la televisión. Eran las diez y media de la noche y me quedé impactado", aseguraba ayer Sergio Manuel Toledo Bueno, presidente de la Federación Gallega de Cuba, de la Sociedad Cultural Rosalía de Castro y el representante de la Xunta en la isla. En Cuba están registrados más de 39.000 gallegos o descendientes, casi una tercera parte de todos los residentes de la comunidad que hay repartidos por el mundo.

"Sinceramente, el fallecimiento lo hemos sentido con mucha tristeza, porque Fidel era un hombre querido. Todavía estamos asimilándolo; no sabemos qué vamos a hacer en su homenaje. Queremos rendirle un tributo, pero de momento estamos de luto y seguiremos así durante nueve días.", anunciaba.

Así que las más de 500 personas que acuden a la escuela de baile, los conciertos y las conferencias deberán esperar este tiempo. Otros tendrán menos suerte. Como el público que pretendía acudir al concierto de Plácido Domingo en el Teatro Nacional Alicia Alonso. El tenor tuvo que suspenderlo y los asistentes se quedaron chafados.

Pero además del respeto, otros gallegos, haciendo gala de su naturaleza, optaron por guardarse para sí sus sentimientos, igualmente vívidos, pero quizá no tan benevolentes con una figura verdaderamente histórica.