Al coruñés Alfredo Peña, casado con una alemana y que reside en Múnich desde hace "unos ocho o nueve meses", el atentado de ayer le cogió haciendo unas compras por la zona centro de la ciudad, "a un kilómetro más o menos" del centro comercial donde se produjo el ataque.

"Estaba tomando algo en una cafetería yo solo, porque mi mujer y mi hija están de vacaciones en Austria con mis suegros, cuando se empezaron a oír sirenas de coches de policías y ambulancias. La gente se empezó entonces a poner muy nerviosa, y vinieron unos agentes a decirnos que nos marcháramos de allí, que había que evacuar la zona", relata Alfredo. "El transporte público, metro y autobuses, estaba ya cerrado, así que tuve que volver andando hasta mi casa, no con miedo, pero sí con cierta inquietud. Las autoridades han hecho un llamamiento para que no salgamos a la calle, así que yo no pienso moverme de aquí en todo el fin de semana", comenta, desde el otro lado del teléfono.

Alfredo explica que, desde hace unos meses, "se notaba ya cierta tensión en el ambiente", aunque "no teníamos una sensación de inseguridad". "Desde noviembre, más o menos, se venía hablando de la posibilidad de que se produjese un atentado, en concreto, en la estación de ferrocarril, así que sabíamos que esto podía pasar", apunta el coruñés. "La zona de Baviera es bastante tranquila - 'aunque hace unos días se registró ya otro atentado en un tren, donde un hombre atacó a varias personas con un hacha', recuerda-, pero hay grupos de ultraderecha que llevan meses alzando la voz contra los expatriados y los inmigrantes, de hecho, cada dos semanas se reúnen los simpatizantes del partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) en una plaza a repartir panfletos contra los refugiados,así que había bastante tensión, y esto era algo que, por desgracia, y en cierto modo, se veía venir", señala.

"En la calle, silencio"

"Estoy en un piso, se escucha un helicóptero: sólo sabemos que hay tres terroristas a la fuga y que les persiguen. En la calle, silencio". El arquitecto español Fermín Blanco habla desde la vivienda de unos amigos de Múnich. Ayer mismo, unas horas antes del atentado, llegó a la ciudad alemana para iniciar las vacaciones. Pisó la ciudad a las 17.30 una vez que su tren llegó a la estación central.

La zona en la que se produjo el ataque, relata "está a unos quinientos metros de la casa en la que estamos, en una zona tranquila y de apariencia muy familiar". Se trata del entorno de la villa olímpica. "Cuando llegamos contemplamos una zona con un ambiente fabuloso, salpicado de actividades infantiles, y de pronto, un helicóptero llamo la atención".

En las horas inmediatas al atentado apenas le llegó información salvo los mensajes institucionales pidiendo a los vecinos que permanezcan en su casa. "Lo raro es que no haya apenas datos", afirma. Y admite que se vivieron "momentos de pánico" cuando se lanzó el rumor que resultó falso de tiroteos en el centro de la ciudad.

Un paseo de horror

El español David Abella, de 23 años, no se imaginaba que su paseo por Múnich, en compañía de una amiga alemana, acabaría contemplando escenas de miedo y tensión. Había quedado con una chica en un local de comida rápida y de camino ya vio coches de policía y bomberos. No les dio importancia. El joven se dirigía a un centro comercial en Karlsplatz. La confusión de los primeros momentos tras el tiroteo en el centro comercial de Olympia hizo circular la falsa noticia de que se habían producido más disparos en Karlsplatz. "Se habló de más disparos justo en el lugar en el que yo había estado hacía quince minutos", explicaba ayer Abella a FARO. Aunque ese presunto ataque resultó ser falso, Abella vivió el temor en las calles de Munich: "La gente quería salir del centro comercial e ir a casa".

Cuando llamó a la amiga alemana, le relató por teléfono que había habido un atentado en la zona en la que ella se encontraba y permanecía encerrada en un bar. "Estaba más asustada y nerviosa", explicó Abella.

Entre el ruido del paso del helicóptero que surcaba constantemente el cielo y el aullar de las siernas, el joven ovetense regresó al albergue caminando entre personas que corrían y hablaban por el teléfono. "Al principio tenía un poco de preocupación: la cosa era llegar al albergue lo antes posible y a partir de ahí informarme mejor", explica.

Ya convenientemente a refugio en el albergue, en el que el ambiente es "normal", su preocupación es "el estado de alerta que se pueda producir en todo Munich", asegura mientras piensa en si sus planes de viaje por Europa se verán alterados por las medidas de seguridad.

"Teníamos pensado coger un tren a Florencia y no sabemos si podremos marchar, si estará la estación cerrada", señala. Y añade:"No se me ocurriría dar una vuelta por la calle en esta situación".