Junto al cierre de Guantánamo y la retirada de las tropas de Irak, la salida de los soldados de EE UU de Afganistán se convertirá en la tercera gran promesa incumplida del presidente de EE UU, Barack Obama. El inquilino de la Casa Blanca anunció ayer un nuevo plan, provocado por la intensificación de los ataques de los talibanes, para mantener a 5.500 soldados en el país asiático más allá del final de su mandato, que concluye en enero de 2017. Su misión será seguir entrenando a las fuerzas afganas y luchar contra los talibanes y otros grupos rebeldes.

"Las fuerzas afganas no son todavía todo lo fuertes que deberían", admitió Obama durante una comparecencia en la Casa Blanca, en la que dijo que la situación de seguridad en ese país sigue siendo "muy frágil". Esta fragilidad ha sido puesta de relieve recientemente con la toma por los talibanes de la localidad de Kunduz, la primera capital provincial que conquistan desde su pérdida del poder en el año 2011. Los talibanes fueron expulsados de Kunduz esta misma semana, pero la advertencia ha surtido efecto.

El plan de Obama contempla, además, mantener el actual número de 9.800 soldados hasta el final de 2016. Aunque puntualizó su decisión con un "no apoyo la idea de una guerra sin fin", el presidente estadounidense consideró que el mantenimiento de las tropas sobre el terreno es "lo correcto", dada la situación en el país. Para el presidente Obama este "ajuste" de la retirada puede contribuir a consolidar "el difícil progreso" que está realizando Afganistán en materia de seguridad.

Rusia, heredera de una URSS derrotada por los muyahidines afganos, acogió el anuncio de Obama con escepticismo y aseguró que la decisión presidencial no cambiará en ninguna medida el rumbo de la guerra entre el Ejército afgano y los talibanes. "No sé qué va a cambiar. Lo he dicho muchas veces: si cien mil soldados no cumplieron con su misión, no digamos ya cinco o seis mil", sostuvo Zamir Kabulov, emisario del Kremlin para Afganistán.