El Gobierno izquierdista griego presidido por Alexis Tsipras bajó ayer a las calles de Atenas para pedir el fin de la austeridad y la restauración de los derechos laborales en unión de los trabajadores que hicieron de esas reivindicaciones sus principales lemas del Primero de Mayo.

"Yanis, ¡dales una patada en el culo!", "¡Seguid así!", "¡Os apoyamos!" fueron algunas de las frases que escuchó el ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, al aparecer sonriente y sin escolta en medio de la manifestación principal en el centro de Atenas. Varufakis fue relevado días atrás de la conducción presencial de las negociaciones con el Eurogrupo sobre la reestructuración de la deuda griega, en un intento de desatascar un diálogo que lleva meses encallando en las mismas rocas.

Sin embargo, en las calles de Atenas, el economista sigue siendo un héroe para muchos. Hombres y mujeres de todas las edades competían ayer por abrazar o por sacarse una foto con el ministro favorito de los griegos y el más odiado por los jerifaltes de la eurozona, que no aprecian en exceso su discurso directo, tan alejado de los circunloquios de la retórica de los circuitos internacionales.

Mientras, en Bruselas, las negociaciones con los acreedores internacionales, reanudadas el jueves, cubrieron una nueva jornada tras la que se impuso la impresión de que "es muy poco probable" que en la actual tanda, cuya duración está prevista hasta mañana, domingo, se alcance un acuerdo. Con todo, los acreedores internacionales manifestaron su confianza en que la parte griega tenga mayor concreción en sus propuestas.