En busca de un "milagro", dos niñas estadounidenses viajaron la pasada semana al Vaticano para pedirle al Papa Francisco que intercediese ante Barack Obama para frenar las deportaciones de inmigrantes en Estados Unidos, entre ellas las de sus padres.

Una de las pequeñas, Jessy Vargas, de 10 años, a quien las autoridades migratorias estaban a punto de deportar a su padre por carecer de papeles tras haber sido localizado indocumentado en un control policial, viajó a Roma con un grupo de inmigrantes latinoamericanos afincados en Chicago con la intención de que el Papa, en su audiencia con el presidente Obama, hiciese suyas las peticiones para poner freno a las deportaciones en Estados Unidos e intercediese a favor de la reforma migratoria que se debate en el Congreso.

La mediación papal evitó la deportación del padre de la pequeña Jessy Vargas.