Los irlandeses vuelven este viernes a las urnas para pronunciarse por segunda vez sobre el Tratado de Lisboa después de haberlo rechazado en junio de 2008 y abierto con esa decisión una seria crisis en la nueva arquitectura institucional europea.

El Tratado de Lisboa fue el compromiso alcanzado a duras penas por los 27 tras el fracaso de la malograda Constitución Europea a la que franceses y holandeses dijeron que no en las urnas en 2005, por lo que la Unión Europea se enfrenta mañana a un serio reto.

Si los irlandeses repiten el 'no', el Tratado no podría entrar en vigor y se paralizaría todo el proceso de integración europea. Un triunfo del 'sí', en cambio, aliviaría a Europa y ejercería presión sobre Polonia y la República checa para ratificar el texto.

En los 18 meses transcurridos desde la primera consulta, Dublín ha arrancado a sus socios comunitarios el compromiso de que nada en el Tratado modificará las prerrogativas irlandesas sobre el aborto, su neutralidad militar y su política fiscal, aspectos que entonces allanaron el camino a los contrarios a Lisboa. Además, Irlanda conservará su silla en la nueva Comisión Europea.

Todo ello ha facilitado al Gobierno del primer ministro, Brian Cowen, la campaña del 'sí'. La crisis económica y financiera internacional, que ha golpeado al país con especial crudeza y le ha llevado a vivir la peor recesión desde la independencia, ha sido igualmente un buen aliado de los partidarios del Tratado.

Con un paro del 12,5% que prácticamente se ha triplicado en dos años, un déficit público del 11% del PIB, inexistente en 2007, y una contracción económica que se prevé del 8% en 2009, los irlandeses han visto en la UE el bote salvavidas que no veían antes de la crisis.

Por eso, los últimos sondeos daban al 'sí' un porcentaje del 55% frente a un 27% de noes y un 18% de indecisos. En todo caso, Cowen ya ha descartado una tercera consulta si el Tratado vuelve a ser derrotado. "No habrá un Lisboa III. Eso está claro", aseguró el primer ministro irlandés al ser preguntado si hay un 'plan B' en caso de un segundo 'no'.

"En un momento en el que nos enfrentamos a un gran reto económico, lo que necesitamos es la estabilidad y seguridad en la dirección que está tomando Europa", dijo tras insistir en que cada vez que Irlanda ha votado a favor de un tratado de la UE el país "resulta beneficiado".

Esta vez los principales partidos políticos, sindicatos, empresarios y una amplia red de agentes sociales se han unido a las filas del 'sí' y han llevado a cabo una campaña más coherente e intensa que los detractores del Tratado, según coinciden en señalar los analistas.

Mientras, el campo del 'no' ha congregado una mezcla heterogénea que ha unido a la extrema derecha con la extrema izquierda, los ultracatólicos y los marxistas y que ha echado mano de argumentos como el servicio militar obligatorio, el aborto o la eutanasia sin lograr un claro mensaje y sin la fuerza que tuvieron en la anterior consulta.

En cualquier caso, nada está asegurado porque la actitud favorable que muestran las encuestas fluctúa considerablemente. En vísperas del referéndum, la Comisión Europea evitó lanzar un último mensaje y se limitó a comentar que "corresponde a los irlandeses decidir" y que espera que "cuanta más gente ejerza su derecho democrático y haga oír su voz mejor".

No obstante, el presidente del Ejecutivo comunitario, José Manuel Durao Barroso, que se ha implicado personalmente en la campaña irlandesa, ha llegado a decir que "Europa tiene que hacer frente a opciones difíciles en un mundo interdependiente de hoy y que o trabajamos juntos para superar los retos o nos condenamos a la inutilidad".

Ratificado por los 27

El Tratado de Lisboa que hoy se somete por segunda vez al veredicto de los irlandeses fue elaborado tras el rechazo de Francia y Países Bajos a la Constitución Europea en 2005 y deberá sustituir al Tratado de Niza. Para entrar en vigor, tiene que ser ratificado por todos y cada uno de los 27 Estados miembros.

Entre otras cosas, facilitará la toma de decisiones por mayoría cualificada, creará la figura del presidente permanente del Consejo Europeo y ampliará las competencias del alto representante de Política Exterior. La adopción del texto por parte de Irlanda no marcaría el final del 'vía crucis' del Tratado porque el presidente polaco, Lech Kaczynski, y el checo, Vaclav Klaus, se han negado a firmarlo.