Persianas y portales cerrados a cal y canto. Viales y caminos vacíos y un silencio sepulcral presidieron la jornada de ayer en la parroquia baionesa de Baredo, lugar de origen de dos familias destrozadas por un crimen: la de Águeda González y la de Francisco Javier Reyes Barreiros. Víctima y confeso autor del horrendo crimen.

Tras echarse a la calle durante la madrugada de ayer para conocer más noticias sobre el asesinato de la joven desaparecida el miércoles, día 11, los vecinos se encerraron en sus casas. Muchos de ellos acudieron a la concentración convocada en la plaza del ayuntamiento, pero decidieron permanecer en sus domicilios al volver. Otros optaban por salir al monte para conocer el lugar donde apareció su vecina ante la ansiedad que les produjo la noticia. Entre ellos, una mujer recorría al mediodía el entorno de Chan da Lagoa y preguntaba a los presentes por el lugar exacto en que se encontró el cuerpo de Águeda González. "Estuve en el hospital y no pude ayudar en el rastreo", comentaba angustiada.

El nerviosismo se instalaba también en las proximidades de la casa de los padres del arrestado. El temor a las represalias de los residentes en la zona hizo que los parientes de Francisco Javier Reyes se encerrasen en la vivienda y vigilasen sigilosamente desde la cocina lo que ocurría en el exterior.

En la zona se vivieron momentos de tensión y en la concentración vecinal hubo comentarios de ira contra el presunto homicida . "Me dan ganas de cogerlo y machacarlo. Es un salvaje", señalaban. Ante la posibilidad de que su familia se convierta en blanco de ataques, el subdelegado del Gobierno en Pontevedra, Delfín Fernández, ofrecía ayer protección policial.

Pero Baredo traga saliva y comprende el sufrimiento de los allegados a Francisco Javier. Al fin y al cabo, lo sucedido marcará a la parroquia y a dos de sus familias.