Tras varios meses "duros" para el sector bateeiro gallego ya empieza a verse "algo de luz" al final del túnel. Y es que el segundo episodio del año de toxinas lipofílicas (DSP, diarreicas) que afecta este año de manera singular al sector mejillonero gallego parece haber "tocado techo" y los análisis empiezan a mostrar síntomas de mejoría, por lo que es de esperar que en los próximos días se consolide el actual proceso de reapertura de polígonos.

Si la tendencia que se apunta desde el Intecmar, el organismo dependiente de la Consellería do Medio Rural e do Mar encargado de realizar los controles sanitarios de la producción marisquera gallega, se afianza y se recupera la actividad, el sector habrá dejado atrás unos meses en los que ha visto bajar de forma abultada su producción y facturación. Y es que, según fuentes del sector consultadas por este diario, "en lo que va de año si hemos producido un 15% en relación al año pasado por estas fechas, ya sería mucho". Es lo que apunta un empresario desde Bueu, una de las áreas mejilloneras más castigadas por los cierres de este año. Otros cálculos de los afectados, en este caso desde Arousa, echan todavía hacia abajo esa cifra y la sitúan en el 10%.

Y ello es debido a los prolongados cierres de polígonos mejilloneros a que han obligado los dos episodios de contaminación por biotoxinas -popularmente conocidas como "mareas rojas" y que constituyen un fenómeno natural y habitual en la costa gallega- registrados este año.

En concreto, el primero se inició a finales de marzo y comienzos de abril. Se desencadenó con una inusitada "fuerza" y rapidez, y el actual, iniciado en julio, afectó a todas las zonas de producción, aunque no fuera en plazos coincidentes, según señaló la directora del Intecmar, Covadonga Salgado.

La marea roja, de la que son habituales dos o tres apariciones cada año, se ha saldado ya en el actual -hasta el pasado día 8- con más días de cierre de polígonos de bateas que los contabilizados en todo el año pasado. Así, al menos, se puede concluir del análisis de los datos que ofrece el Intecmar, donde más de medio centenar de zonas de cultivo de moluscos en batea -mejillón y ostra- acumulan ya más de 4.700 jornadas de cierre (la suma de días inactivos de todos los polígonos) mientras que en el ejercicio anterior completo la prohibición de extracción sumó poco más de 4.500 días.

Hay zonas, especialmente en las rías de Pontevedra y Arousa, donde los cierres están siendo especialmente prolongados. Es el caso de algunos polígonos bateeiros de Bueu o Portonovo, donde los cierres han alcanzado la totalidad de los meses de abril, mayo, junio, julio y lo que va de agosto.

Así, la ría de Arousa, la que cuenta con un mayor número de viveros flotantes de cultivo de mejillón, acumula más de 1.700 días de cierre en sus 25 zonas de producción.

"Esto es cíclico; a un año muy malo le suele seguir uno bueno y esperemos que ocurra lo mismo el próximo", indica el representante de una explotación mejillonera gallega, quien también asegura que el precio del producto disponible tampoco permite saltos de optimismo, al no superar los 80 céntimos por kilo, en el caso del de mayor tamaño.

Y estas circunstancias revisten especial importancia para la economía de una comunidad donde el sector mejillonero es responsable de una facturación que se sitúa anualmente entre los 90 y los 120 millones de euros, y cuya producción representa en torno al 80% del total de la producción acuícola española.

En total, en Galicia hay instaladas un total de 3.337 bateas de cultivo de mejillón, en manos de 2.400 propietarios y que son responsables de cerca de 12.000 empleos directos, que se suman a los inducidos por esta actividad. La producción global del sector se sitúa cada año entre 250.000 y 300.000 toneladas. La crisis económica que padece el país se saldó el pasado año con una reducción del 14% del consumo de esta producción en la comunidad gallega.

Desde el sector comercializador y transformador también se señalan las consecuencias de los intensos episodios de contaminación registrados este año, aunque "en cuanto se recupere la actividad en las bateas todo puede cambiar en poco tiempo", se señala desde el sector, para quien el proceso oficial de control de las biotoxinas les hace vivir en la "incertidumbre" ante la posibilidad de tener que deshacerse o devolver a la batea, al constatarse contaminación, producto acopiado en las 24 horas anteriores en zonas abiertas entonces habilitadas para la extracción.