En los últimos años el Concello se ha propuesto ayudar a las personas con movilidad reducida que utilizan el coche en la ciudad. Actualmente hay expedidas algo más de 3.600 tarjetas de aparcamiento para discapacitados, que tienen a su disposición 722 plazas por toda la urbe. Samil, Torrecedeira y Travesía de Vigo son las zonas con más estacionamientos de esta índole, que año a año se van renovando según las peticiones que llegan hasta Praza do Rei. Pese a que su empleo es exclusivo para los conductores que disponen de la acreditación municipal, no son pocos los vecinos hacen un uso fraudulento de estas tarjetas. A lo largo del último año los controladores y agentes locales intervinieron un total de 94 acreditaciones que habían sido utilizadas por personas que, o bien no tenían ningún problema de movilidad, o no trasladaban al propietario de la misma.

Los conductores que son cazados por los policías suelen usar los mismos argumentos cuando son cuestionados. "Acabo de dejar a un familiar en casa de un amigo" o "vengo de hacerle un favor a un compañero", son algunas de las excusas planteadas. Es labor de los agentes investigar estas explicaciones y aplicar, si procede, la correspondiente sanción económica. La normativa es bastante clara respecto al uso de las tarjetas para discapacitados. Solo se pueden emplear cuando se está transportando a la persona a la que se le ha concedido la identificación, que es personal e intransferible. De lo contrario se considera fraude.

Si la Policía Local no puede corroborar las explicaciones de los conductores pillados in fraganti, impondrá una multa por mal aparcamiento, aunque devolverán la acreditación a sus dueños con un apercibimiento de retirada. La utilización fraudulenta de las tarjetas dos o más veces conlleva su suspensión durante dos años. En 2017 se produjeron dos casos de este tipo.

Esta práctica ilegal se comete en numerosas partes de la ciudad, aunque fuentes de Praza do Rei apuntan que las zonas cercanas a los edificios públicos en los que se realizan trámites burocráticos suelen ser las mas habituales. Señalan, por ejemplo, las inmediaciones de los juzgados.

El número de estas identificaciones crece a una media de medio centenar al mes entre renovaciones y nuevas tarjetas. De hecho, en algunas ocasiones el Concello se ha quedado sin cédulas que entregar a los solicitantes. La última fue en octubre, cuando el gobierno local estuvo alrededor de un mes sin repartirlas entre los conductores con movilidad reducida. Las personas que la solicitan por primera vez son las que se encuentran con mayores problemas. La Xunta de Galicia suele tardar un año y medio en valorar los expedientes de discapacidad presentados, por lo que durante ese tiempo el Concello no puede entregar la tarjeta de estacionamiento.

Donde no acumula retraso el ejecutivo municipal es en la transformación de plazas de aparcamiento para este tipo de usuarios. Si hace una década había 273 repartidas por toda la ciudad, en la actualidad la cifra se eleva hasta las 722. El número de calles también se ha multiplicado, pasando de 20 en 2003 a las 250 del último año.

Este aumento conlleva un mayor control por parte de la policía local y los controladores de la zona azul, colaboradores a la hora de detectar infractores. Es habitual que los agentes realicen varias rondas diarias para vigilar que los turismos estacionados en dichas plazas lo hacen cumpliendo con la normativa.

Las humanizaciones que ha vivido la ciudad en la última década han provocado la pérdida de numerosos sitios de estacionamiento en la superficie. Sin embargo, las reservadas para discapacitados se han disparado. Y lo seguirán haciendo próximamente.