La figura del inquilino toma cada vez más fuerza en el mercado inmobiliario. Las dificultades para acceder a la financiación, la grave inestabilidad laboral que soportan las capas más jóvenes de la población, un cambio de mentalidad y también la escasez de vivienda nueva llevan cada vez a más personas a optar por alquilar un hogar en vez de comprarlo y convertirse en propietario. El pasado verano la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein) divulgaba un estudio que concluía que el 23,1% de las viviendas de la ciudad estaban en régimen de arrendamiento, el porcentaje más elevado desde que iniciaron sus propios registros.

El Instituto Galego de Estadística (IGE) muestra de hecho que en 2016 el porcentaje de hogares que tenían que hacer frente a un alquiler suponía el 20,6% del total, ligeramente por encima de los años anteriores y varios puntos más que en 2013, cuando la proporción de familias que vivían en casas alquiladas no llegaba al 17%. El IGE sí identifica datos más altos sin embargo en 2011 y 2008.

Uno de los factores que explican el aumento de las viviendas alquiladas es la escasez de obra nueva, lo que lleva a potenciales compradores a posponer la operación. Esa situación se tradujo a su vez en un repunte de los alquileres.