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... Y otras cinco para un fracaso histórico

Elena Muñoz abandona la sede del PP de Vigo tras conocer los resultados. // Marta G. Brea

"Demoledora, aplastante, arrolladora, una barrida.. ¿quieres más o te llega?" Un destacado dirigente del PP local resumía con tono dolorido y resignado el batacazo sufrido por su formación el pasado domingo. La sangría de votos es brutal: la mitad en apenas cuatro años. Un paisaje desolador. Inimaginable hace apenas unos meses. La debacle popular también tiene más de un padre, varias causas que confluyeron en una desafección histórica. Éstas son algunas que permiten entender un fiasco monumental.

1. Elección del candidato. Más allá de la persona designada, la dirección del PP gallego se equivocó absolutamente en el proceso. Lo dejó para el final, alimentó las esperanzas de José Manuel Figueroa, presidente local y eterno segundón, hasta el punto de que le permitió presentar parte de su programa electoral. La decisión en el último minuto en la persona de una conselleira Elena Muñoz sin impronta ni pegada en la ciudad irritó a buena parte de la militancia, que se sintió (mal)tratada como una suerte de colonia de Santiago. El propio Feijóo admitió durante la campaña que debió haber tomado la decisión antes. "Arrancamos con la mochila vacía, presentando a Elena a la gente. Y es muy complicado remontar el vuelo y pedir a la gente que te vote si ni siquiera conoce al candidato", se lamenta un todavía edil. "Elena curró mucho pero la desventaja era enorme, insalvable, ante un tipo como Abel", añade.

2. Discurso ajeno. El PP no supo construir un mensaje propio. Ni en campaña ni en los cuatro años anteriores. En muchas ocasiones se limitaba a repetir las consignas fabricadas desde Santiago, destinadas generalmente a cargar contra la figura del alcalde, a atacarlo por "soberbio, déspota, prepotente". Su posición en la fusión de las cajas (aceptando algo que los vigueses no querían) o en la política aeroportuaria de la Xunta (claramente discriminadora para Vigo) son dos excelentes ejemplos de una dependencia discursiva de nefastas consecuencias. Los votantes entendieron el domingo que el PP local no defendía sus intereses. Además sus reiterados mensajes sobre inversiones millonarias (como en el nuevo hospital o la depuradora) no calaron en la conciencia de los votantes, convencidos de que puestos a elegir entre Vigo y las órdenes de la dirección del PP gallego, Muñoz optaría por lo segundo.

3. Negación permanente. "Vigo pierde peso a pasos agigantados" o "Los ciudadanos han estado muy solos, no piden grandes infraestructuras, sólo pequeñas cosas" o "El balance de estos cuatro años es desolador". Estas tres frases de Muñoz resumen el espíritu de su mensaje en campaña. Negar cualquier progreso o mejora. Esa posición se ha demostrado alejada de la realidad. Parece evidente que los vigueses creen que las cosas no han ido tan mal, más bien al contrario, y prefieren seguir con el mismo patrón antes que enrolarse en otro barco de rumbo incierto o amenazador.

4. La lista. Desigual y extraña. La apuesta como número dos por un jovencísimo Diego Gago y la elección de personas sin proyección ni gran impronta en la ciudad contribuyeron a debilitar aún más una candidatura muy novedosa pero sin pegada. Los pesos pesados quedaron relegados a un segundo plano. Y ahora algunos se quedarán fuera de la corporación. "En política los experimentos con gaseosa; no estábamos tan desesperados para un cambio tan brutal que los electores no han entendido", analiza un cargo del PP vigués.

5. Una marca a la baja. Es evidente que en Vigo el PP también ha sufrido el desgaste de la crisis, los recortes, la corrupción... La marca, lejos de empujar, les ha restado apoyos. Rajoy y su Gobierno han sido un lastre en la ciudad, como en el resto de España. Pero tampoco Núñez Feijóo y la Xunta le han aportado nada. Al revés. El castigo, pues, en Vigo no es sólo al PP de la ciudad, sino a todo el partido.

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