El 20 de abril de 1934, hace 80 años, el arquitecto Antonio Palacios describía cómo sería "El Castro maravilloso". Porque el Castro, "el parque principal y central de la urbe, que ocupa una superficie de 300.000 metros cuadrados, será gala y orgullo de la ciudad de Vigo".

Su situación cimera, dominando -en cien perspectivas diversas- todas las zonas edificadas, que integran la maravillosa campiña del valle del Fragoso, "las variadísimas montañas de Gabeiros, Bembrive, Beade, Alba, Parada y la Guía; las Cíes y el mar, así como el Monteferro, la Faralaya, el Jajan, de 617 metros de elevación y el Salleiro de 709, es de las más hermosas de la Tierra".

En su descripción señalaba que "dos grandes edificios públicos, los más importantes de la urbe, se implantarán en este Parque, imprimiéndole "característica silueta y enérgico carácter".

Los palacios

Uno de ellos, el Palacio Regional, destinado a la instalación de exposiciones, celebración de congresos y asambleas, planetario, restaurante, casino, etc., coronará la cumbre, alcanzando la linterna de su cúpula, la cota de 175 metros sobre el nivel del mar.

Es el otro el Palacio de la Ciudad, conteniendo el Ayuntamiento, la Audiencia y Juzgados, la Biblioteca pública y los museos, que acusará su proa avanzada sobre el caserío urbano de la cima de San Sebastián.

Y entre uno y otro, la gran escalinata que salva la altura de la cota 63 a la 136. Cortando horizontalmente esa monumental gradería y en torno al parque, dibujaba, ampliamente, el Paseo de Cornisa siguiendo una cota media de cien metros, y otras vías de menor importancia.

Bordeando el Parque, se trazan las dos grandes vías de tráfico más importantes de la ciudad futura, que concurren a la gran Plaza de Galicia en el antiguo Campo de Granada. Enlazando una y otras, se disponen escalinatas secundarias y paseos sinuosos, que suavizarán las pendientes y en los macizos intermedios variados parterres, pórticos cubiertos, fragmentos arqueológicos de ruinas monumentales y fuentes.

Palacios hacía resaltar dos notas características. La primera, la necesidad imperiosa de obtener un máximo de superficies casi horizontales, en plazas y miradores avanzados, Paseos de coches y peatones, etc. pues de otro modo, la vertiente rapidísima de las Laderas de este Parque lo harían prácticamente inútil a sus fines.

La segunda, se deriva de la anterior y consistía en la creación de grandes paseos cubiertos, formados naturalmente, al disponer esas superficies sobre tableros de hormigón, soportados por arcadas de tosca mampostería alegradas por floridas trepadoras. Se conseguía así evitar los costosos muros contención y movimientos de tierras, y facilitar el indispensable refugio, en los días lluviosos, a las multitudes que al Castro acudan, en ocasiones de festivales y atracciones diversas.

Este trazado del Parque del Castro, no es, por consiguiente, producto de un prejuicio de sistema o escuela determinada, de la jardinería arquitectural. Ni geométricamente clásico, ni libremente romántico. Su estilo y traza son lógicas derivaciones y consecuencia, de la armonización de las bellezas naturales de su propia situación y topografía, con la vialidad general de la ciudad en perfecto engranaje y sin solución de continuidad alguna.

No imaginaba un parque en coto cerrado sino un parque entrelazado con la ciudad. "Imposible encontrar en él un lugar o linde apropiado donde construir la consabida verja, disposición que tanto odio me inspira, lo mismo sea instalada guardando a los parques, que a los edificios públicos o particulares". Un parque, en fin,concebido más que para ser contemplado a si mismo, "para servir de espléndido mirador de las inmensas bellezas, que desde él pueden admirarse" y que se quedó en el papel.