Bajo la superficie marina se desarrolla una frenética y sofisticada comunicación entre cetáceos que les permite detectar presas y obstáculos o alertar de un peligro inminente. Muchos de los sonidos que emiten delfines y ballenas son inaudibles para el ser humano pero suponen un caudal enorme de información que permitiría ampliar el conocimiento actual sobre la biología y el comportamiento de las diferentes especies. El centro de investigación AtlantTIC desarrolla una prometedora línea de trabajo para desarrollar un software capaz de determinar su presencia y clasificar a los diferentes cetáceos.

Este incipiente y prometedor campo de estudio arrancó a partir del proyecto fin de máster del ingeniero Pablo Peso y continúa de la mano de su profesor Antonio Cardenal, investigador del grupo de Tecnologías del Habla, con sede en la Escuela de Telecomunicaciones. "Las herramientas básicas son las mismas que utilizamos para el reconocimiento de la voz humana, pero es un ámbito totalmente diferente y además está poco explotado, lo que supone una ventaja", explican.

Para poder desarrollar el sistema de detección, los investigadores de la Universidad colaboraron con la Coordinadora para el Estudio de Mamíferos Marinos (Cemma), que les cedió las grabaciones realizadas mediante micrófonos submarinos -o hidrófonos- durante la campaña Indemares en aguas del Banco de Galicia y el Cañón de Avilés.

El software de AtlantTIC permite filtrar el sonido de los cetáceos entre las horas y horas de grabación. "El trabajo de acústica es muy complejo. Se recoge un volumen enorme de información y analizarlo es muy complejo. Aunque desde el barco no veas nada en el mar se registran muchos sonidos. Los barcos hacen ruido y también otras especies. Los camarones, por ejemplo, emiten sonido y hay miles de ellos en el mar. Durante la campaña, grabamos con los hidrófonos cachalotes que no vimos desde cubierta y, al contrario, observamos arroaces navegando muy juntos, en formación defensiva, que se desplazaban en total silencio", comenta Alfredo López, biólogo del Cemma.

Por el momento, los investigadores de AtlantTIC han conseguido detectar de forma automática la presencia de cetáceos y separar los silbidos de los chasquidos, los dos sonidos fundamentales del biosonar de los delfines o ecolocalización.

El paso siguiente es diferenciar a qué especie pertenece cada sonido. "Queremos seguir avanzando y buscar características que permitan al sistema clasificar a posteriori o directamente en la boya sumergida en el mar", apunta Antonio Cardenal.

Hasta el momento ya han obtenido resultados positivos identificando "con seguridad" distintas especies. "Delfines, cachalotes y ballenas tienen sus propios rangos de emisión, aunque algunos coinciden, y dentro de cada especie los sonidos son diferentes dependiendo de si están cazando, desplazándose o relacionándose entre ellos", comenta Alfredo López.

Los misticetos -ballena común- emiten frecuencias bajas que alcanzan grandes distancias, mientras que los odontocetos -delfines, cachalotes o calderones- utilizan frecuencias más elevadas.

"Es fácil distinguir el sonido del cachalote pero resulta complejo separar al delfín común riscado del delfín mular o arroaz. Si están cerca de la costa lo más posible ese que sean arroaces pero en la plataforma se solapan, por eso los registros de las observaciones ayudan a diferenciar", añade López.

Cemma colabora desde hace años con la Universidad en temas como la parasitología, pero éste ha sido el primer proyecto en común en el ámbito de las telecomunicaciones: "Buscamos esa complementariedad y es un ámbito muy interesante para nosotros porque nos permitiría conocer qué especie se encuentra en un determinado lugar, cuántos ejemplares son y qué están haciendo".