A lo largo de su larga vida -en ocasiones centenaria- las tortugas crecen y multiplican sus dimensiones. Tal afirmación resulta ridícula por su obviedad; pero el constante goteo de donaciones de galápagos que año tras año recibe el zoológico de A Madroa demuestra que -para muchos hogares de la ciudad- aún no es una lección aprendida.

Desde hace varios años Vigo Zoo se ha convertido en el último hogar de centenares de tortugas que sus dueños ya no pueden o quieren mantener. En 2012 se superaron las 110 donaciones de quelonios y este año los técnicos del recinto de Teis esperan volver a alcanzar el centenar de recogidas. En la mayor parte de los casos se trata de galápagos de Florida, una especie que ha sido y continúa siendo muy popular como mascota. Fruto de ese trabajo A Madroa "hospeda" en la actualidad a cerca de 120 tortugas, una cifra que se mantiene constante por la alta mortandad de los animales que reciben.

El zoo las acepta en aras a un programa gallego que intenta preservar al galápago europeo, una variedad autóctona más vulnerable que su competidora americana. "Son mucho más resistentes y agresivas que las de aquí", explica el veterinario del zoológico, Antonio Acuña, quien reconoce que algunos hogares terminan desprendiéndose de sus tortugas por el coste que entrañan. "Cuando son pequeñas no pasa nada; pero a medida que crecen hay que hacerse con un acuario más grande, filtros para limpiar el agua, más cantidad de comida...", detalla el experto.

En la línea de preservación del galápago europeo se enmarca un trabajo de campo con quelonios autóctonos extraídos de As Gándaras de Budiño, en O Porriño. El zoo colabora en una investigación que pretende esclarecer y -en la medida de lo posible evitar nuevos casos en el futuro- la muerte de cerca de una decena de tortugas autóctonas por un parásito del que, hasta ahora, solo se tenía constancia en EE UU.