Cuando el anterior gobierno central anunció la liberalización de las torres de control, el colectivo adscrito a la plantilla de Aena encargado de este servicio se echó las manos a la cabeza. Advertían que dejar en manos de una empresa la tutela del espacio aéreo tendría un impacto negativo en la seguridad y hasta ponían en entredicho la cualificación de sus controladores. La adjudicataria del control de aeródromo en 13 terminales españolas, Ferronats -compañía surgida de la alianza de la española Ferrovial con la británica Nats- cumple tres meses dirigiendo el espacio aéreo vigués "sin incidencias ni diferencias", como resumen fuentes aeroportuarias.

Gonzalo Cañete, director general de Ferronats, insiste en la normalidad que preside el funcionamiento de la torre de control de Peinador. "Toda la actividad de una torre de control responde a un procedimiento regulado por ley y todo nuestro personal tiene la certificación de la la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (Aesa). Además estamos sujetos a auditorías de Aena, como la que acabamos de superar en Cuatro Vientos", apunta.

La plantilla de la torre viguesa está formada por ocho profesionales que trabajan en turnos de ocho horas, "y aunque hay dos en cada turno, por el volumen de operaciones de Peinador, uno solo está de apoyo", apunta Alberto Varela, jefe de la torre viguesa. Estos ocho también debieron superar una exigente formación y entrenamiento supervisado por personal de Aena durante los cinco meses previos al 30 de noviembre, día en que tomaron las riendas del servicio en Peinador.

Los actuales controladores de Vigo saben de la polémica iniciada por quienes hasta el pasado noviembre ocupaban sus mismos puestos. Pero éste tema, como el de los salarios, muy superiores los de Aena a lo que paga Ferronats, son intocables, y mucho más si el director general está delante. "Serán sueldos más razonables, por eso ya no podemos reprocharles a los de Ferronats que sean unos privilegiados", destaca un veterano empleado de Peinador que, como tantos otros en el aeropuerto, participó en diciembre en la despedida organizada a los controladores "públicos". Estos también recibieron la oferta de Ferronats para quedarse en su puesto pero ninguno de ellos aceptó, sobre todo por la cuantía de la remuneración, y prefirieron cambiar de destino.

El servicio de control de aeródromo de Vigo fue el cuarto de España, después del de La Palma, Sabadell y Madrid-Cuatro Vientos cuyas riendas pasaron a manos de privadas. A esta lista se sumó recientemente en el de Melilla, y en los próximos meses se ampliará con las de A Coruña, Sevilla, Alicante, Valencia, Ibiza, Jerez, Fuerteventura y Lanzarote.

Silencio en el fanal - Situada a 41 metros de altura, en la torrre de Peinador trabajan en cada turno dos controladores. En la imagen, ambos aguardan la llegada de un avión de Air France procedente de París. "Por muy tecnologizado que esté, el control aéreo sigue siendo esencialmente visual y debemos mirar constantemente por las ventanas que recorren los 360 grados del fanal", explica Alberto Varela, jefe de torre. El piloto ya tiene autorización para aterrizar y toda la información sobre la meteorología en la pista viguesa. Pasan de las 12.00 horas del jueves, y como suele ser habitual en Vigo, la visibilidad es escasa, de apenas tres kilómetros en horizontal, y el temporal de viento genera rachas superiores a los 50 km/h. El avión aparece por la cabecera norte. Un golpe del vendaval lo zarandea en su planeo hacia tierra. Tras este puntual sobresalto por fin toca pista.

El cerebro - La torre de Peinador abarca un perímetro de espacio aéreo de 6,5 millas de radio y 3.500 pies de altura (en la imagen, rodeado con un círculo). La pantalla del radar describe la maniobra de aproximación de un avión a Vigo dirigida desde el centro de Lavacolla, cuya competencia abarca un radio de 50 millas y 24.000 pies de altura.

Un cañón de luces por si falla la tecnología - "En Vigo hay mucho vuelo operacional, de salvamento, policía, de prácticas... Imagínate si se les avería la radio. Con estas luces podemos guiarles", explica Alberto Varela, quien recalca que para el controlador "su trabajo no acaba cuando se pierde de vista la nave; le seguimos por radar para asegurarnos de que va bien".