Rafael J. Portanet Suárez, (1908-1988), fue alcalde de Vigo desde 1964 hasta 1970, año en que oficialmente presentó su dimisión al ministro de la Gobernación. Se dice que fue el alcalde que modernizó a la ciudad y tuvo fama de eficaz, duro y controvertido.

Su hijo Eduardo lo define como "un hombre con una gran humanidad, cariñoso, afectivo y al mismo tiempo severo y recto. Era íntegro, llano y sin dobleces, decía lo que pensaba y siempre se sabía lo que quería. Con él no había equívocos y siempre daba la cara. Vivió dedicado exclusivamente al trabajo y a su familia, salvo cuando se dedicaba a servir a los demás, ya que en ese caso no existía nada para él que no fuera el bien de su ciudad. Eso le llevó a abandonar sus negocios, enemistarse con familiares y amigos y dejarse a jirones su, hasta entonces, salud de hierro, pues la honradez sin concesiones se paga con dolor y desagradecimiento".

Se levantaba todos los días a las seis de la mañana, "a las siete le recogía el coche de la Alcaldía y se iba a recorrer Vigo, anotando sus baches o lo que se debería mejorar, a las ocho llegaba al despacho y repartía el trabajo para arreglar la ciudad".

Para él lo mejor de Vigo "era su pueblo, sus personas, le gustaba ir a Teis y al Calvario y se sentía orgulloso de los parques y las fuentes que hacía o arreglaba, como La Guía o El Castro"...

Los domingos por la mañana le gustaba pasear, "ver los escaparates, conocer cosas nuevas, saludar a los amigos. Y también viajar, salir de Vigo y traer ideas nuevas a su ciudad".

Al llegar a casa para comer, "se tomaba un vasito de rioja y pescaditos fritos, que le encantaban. Xoubas, cariocas, fanequitas, chinchos, pues era hombre de gustos sencillos. Y nada mejor que unos huevos fritos con patatas y un poquito de chorizo".

Pero también era un perfeccionista, "era pulcro y elegante, todo tenía que hacerse bien y su severidad aparecía con el remolón o descuidado".

Le encantaban los niños, "sus hijos, sus nietos y los niños en general, le gustaba ponernos en su regazo, nos achuchaba, pellizcaba y besaba con fuerza, con gran desaprobación por nuestra parte, pues era tal su énfasis que a veces nos hacía daño".

Le gustaba la pintura y la escultura, y Eduardo no cree que "haya habido alcalde que ayudara más a los pintores y escultores de Vigo, sea cual fuere su condición o pensamiento, como él" .y recuerda que cuando llegó a la Alcaldía, "el pazo de Castrelos estaba medio en ruinas y yo viví personalmente con que ilusión y tesón se dedicaron tanto él como mi madre a remozarlo. Ella eligiendo telas y tapicerías, vajillas y complementos, dando su opinión y su buen gusto, pagando a veces de su bolsillo, y él dirigiendo las obras de remodelación y comprando cuadros de autores gallegos."

"En la última Reunión del Noroeste a la que asistió, recuerda Eduardo, en la que alcaldes de toda Galicia se reunían con los ministros de la época, cansado de que no se invirtiera en Galicia les espetó ante todos: Señores déjense de venir a esta tierra todos los veranos a tomar el sol y comer marisco y empiecen a invertir en ella, pues la tienen olvidada desde hace treinta años". Poco después fue cesado".

Avenida Alcalde Portanet

La avenida Alcalde Portanet se abrió en tiempos del alcalde Ramilo para dar servicio a la Zona Franca. Enlazaba Castrelos con San Andrés de Comesaña. Por acuerdo de la Corporación presidida por Príncipe, el tramo de la avenida comprendido desde la entrada de Citroën a la carretera de Baiona pasó a denominarse avenida Citroën.

Dedicado a la política desde 1938 hasta el 23F

Aunque nacido en Cangas, Portanet residió en Vigo desde muy joven. Vinculado a la industria conservera, fundada por su padre, ocupó desde muy joven importantes cargos en diferentes directivas, entre ellas la de la Unión de Fabricantes de Conservas.

En 1938 entró a formar parte de la Corporación como teniente alcalde y presidente de la comisión de Fomento y en 1947 fue nombrado delegado del Estado en la recién constituida Zona Franca, culminando su actuación con la instalación, en su recinto, de la factoría Citroën.

Fue nombrado alcalde- presidente del Ayuntamiento de Vigo un 26 de noviembre de 1964.

Fue posteriormente procurador en varias legislaturas y, tras abandonar su cargo en la alcaldía, resultó elegido senador por AP en las elecciones democráticas, abandonando la política activa tras el intento de golpe de estado del 23 de febrero que le sorprendió en el Congreso de los Diputados asistiendo a la investidura de Calvo Sotelo.