Es una de las fronteras naturales del Val Miñor y hasta el domingo, todo un emblema de la biodiversidad y del ocio en la naturaleza para toda el área de Vigo. O Galiñeiro se ha apagado. El fuego le ha arrancado el esplendoroso color verde y lo ha teñido de negro. Es el monte que alberga la práctica totalidad de la superficie forestal de Vincios, una de las parroquias de Gondomar que se ha quedado sin apenas un metro de vegetación sana. La otra es Morgadáns, también devastada al completo. Otras dos comunidades de montes baionesas han visto cómo las llamas arrasaban la totalidad de su territorio: Baíña y Baiona. Igual que le ha ocurrido a la nigranesa de Chandebrito. Pendientes de un balance detallado, los datos que aportan los comuneros apuntan a más de 2.500 hectáreas devastadas en toda la comarca miñorana. Las entidades reclaman a la Administración un plan conjunto de repoblación y ayudas para llevarlo a cabo y evitar que el temido eucalipto se propague sin remedio sobre el terreno quemado.

Vincios es una de las zonas más castigadas. El presidente de la comunidad de montes, Alberto Covelo, cifra en 700 hectáreas la superficie quemada, "case todo o monte". Los vecinos han perdido O Galiñeiro, donde habían plantado especies autóctonas y pinos, fundamentalmente. Apenas eucalipto, conscientes de sus efectos negativos. Pero el fuego no ha respetado ni eso. El entorno goza de la máxima protección urbanística por parte del Concello de Gondomar, pero nunca fructificaron los repetidos intentos de convertirlo en parque natural, mediante la ampliación del Monte Aloia. Alberga una granja de ovejas, desalojada para proteger el ganado de las llamas, y 200 cabras que han conseguido salvarse escapando hacia una antigua cantera. Pero la vegetación ha muerto. "Agora toca empezar de cero despois de vinte anos. O lume acabou co plan de ordenación e xestión do monte que vimos facendo desde 1997", lamentaba ayer el representante de los comuneros tras un recorrido para valorar los daños después del trabajo a destajo para salvar las viviendas y las vidas humanas.

La vecina parroquia de Chandebrito ha corrido peor suerte. Allí han muerto dos vecinas y se ha quemado una vivienda y parte de otra al completo. De su monte tampoco ha quedado nada. Ardieron las 230 hectáreas de espacio comunal y otra tantas de particulares. El fuego rodeó a la población peligrosamente y arrasó todas sus plantaciones y el castro, según relata Víctor Vidal, el presidente de la comunidad de montes, que espera que la Xunta permita emplear una ayuda de prevención de incendios de 6.000 euros concedida hace apenas un mes en tareas de recuperación. En el mismo municipio nigranés, Camos también ha sufrido los graves efectos de las llamas. Tres cuartas partes de su superficie forestal se han ido al garete, "320 hectáreas en total", calcula Cándido Costas, máximo representante de la comunidad de montes de la parroquia. Y en Parada, el incendio se ha llevado por delante apenas 4 hectáreas, tan solo un 4% del total, según los datos del suyo, Manuel Araújo.

En Baiona, la comunidad de montes de Santa María de Afora registra también la práctica totalidad de su superficie quemada, 42 hectáreas, señala su presidente, Rubén Panadero. La de Baíña, ha perdido otras 56 hectáreas, la mitad de monte comunal y el resto de espacio forestal de titularidad privada, indica su vicepresidente, Modesto Domínguez.