Desde que en 1796 un médico rural británico administró la primera vacuna contra la viruela, el catálogo de enfermedades que se pueden prevenir con estos preparados ha ido en aumento. Sin embargo, no ha sido hasta el siglo XXI cuando se ha conocido su mecanismo de funcionamiento. El hallazgo de repercusión internacional y que ha despertado el interés de las farmacéuticas lo daba a conocer en 2010 un grupo de investigadores de Harvard en el que trabaja el biólogo pontevedrés Santiago Fernández (Vilanova de Arousa, 1975).

"Se sabía que las vacunas eran efectivas, pero no de qué forma. Nosotros descubrimos que las denominadas células dendríticas capturan y transportan el virus inoculado hasta el nódulo linfático, el órgano en el que se produce la reacción inmune", explica.

Nacido en el seno de una "familia de marineros" y el pequeño de siete hermanos, Santiago asegura que estaba casi obligado a comenzar su carrera investigadora en el ámbito marino. Pero "los caminos insospechados de la biología" lo condujeron después hacia las vacunas. Sus estudios se centran en aquellas destinadas a prevenir la gripe y el neumococo y permitirán aumentar la protección, sobre todo, en niños y personas mayores o inmunodepresivas, cuyos niveles de anticuerpos son insuficientes.

El logro científico en el que ha participado ha sido posible gracias a unas pioneras y costosas técnicas –"Solo el microscopio supone cerca de un millón de dólares", revela– que permiten observar a través de vídeos en tiempo real cómo interaccionan las células en tejidos vivos. "Es fascinante. Te sientes como el director de una película del sistema inmune", describe.

El proceso se inicia con una pequeña incisión en la pata de los ratones que utilizan para los ensayos, después se busca el nódulo linfático y, una vez conectado el microscopio, empieza la filmación. Esta técnica todavía en ciernes podría aplicarse en el futuro a pacientes humanos para realizar diagnósticos sin necesidad de extraer biopsias (tejidos muertos).

La posibilidad de "entrenarse" en métodos punteros era uno de los objetivos que perseguía Santiago cuando llegó a la Facultad de Medicina de Harvard en 2006. Con anterioridad, había realizado su tesis en Copenhague y diferentes estancias en varias universidades europeas y de EE UU. Una dedicación que le valió el año pasado el premio a la mejor trayectoria profesional de la Fundación Barrié.

Su entrega también le ha llevado a aprovechar sus periodos de vacaciones en Galicia para terminar la primera tesis que ya había iniciado en Compostela cuando se marchó a Dinamarca. La leyó el año pasado: "Fue un poco estresante, pero a la Universidad de Santiago le tengo un cariño especial y es como mi segunda casa".

Para este investigador, la "movilidad absoluta es una condición obligatoria". De ahí que el problema de los científicos gallegos no es que se marchen, aclara, "sino que no puedan volver y que sean otros países los que se benefician de una formación universitaria que fuera está muy bien valorada".

Por eso se muestra disconforme con la moda de los rankings: "Me asusta que la gente sea crítica con las universidades españolas porque no están entre las cien primeras y que las comparen con Harvard, cuando son modelos distintos. Hay muchas cosas que mejorar, pero en España cumplen una función social, mientras que aquí solo estudian los privilegiados".

Entre los avances que se han producido en Galicia se refiere a los dos campus de excelencia que lideran Vigo y Santiago: "Son proyectos fantásticos. Me encanta que el Campus del Mar una a las tres universidades. La colaboración es la forma correcta de mejorar y ser competitivos".

Santiago, que cuenta con una prestigiosa beca Marie Curie, "el programa más competitivo de Europa", regresará el próximo septiembre para trabajar durante un año en el Centro Nacional de Biotecnología de Madrid. Pero no alberga expectativas de quedarse: "La situación en España es complicada y, para mí, lo más importante es que el país al que vaya invierta en investigación y pueda seguir utilizando la misma técnica microscópica". Suiza y Reino Unido tienen centros equipados, así que podrían ser su próximo destino, pero en la vida de un científico no caben predicciones a tan largo plazo.

Y, en todo caso, el biólogo pontevedrés seguirá celebrando la oportunidad de conocer otras culturas –"Te ayuda a crecer como persona"– y poder hacer publicidad de su tierra: "El Camino de Santiago ha tenido, al menos, unos mil peregrinos gracias a mí. Y cuando puedo preparo empanada o paella. La cocina requiere el mismo tipo de precisión y creatividad que un experimento científico".