En la Consellería de Economía e Industria hay una verdadera obsesión, sin duda para marcar las distancias con la subasta del bipartito, por publicitar que la autorización a los 2.325 megavatios (MW) del concurso eólico estará lista en 2012. Porque realmente hoy solo están admitidos a trámite. Con el resto de los plazos, especialmente el funcionamiento de los parques, son bastante más precavidos. De vez en cuando alguno de sus responsables insiste en 2016 como fecha tope para ver los aerogeneradores en movimiento, incluso en alguna charla pública, desde el Instituto Enerxético Galego llegaron a hablar de 2015, pese a que ni en el propio departamento que dirige Javier Guerra ni en el sector se lo creen. Hay tantos obstáculos por delante en el proceso que el levantamiento de los molinos en ese horizonte temporal –y siempre que lo permitieran los pasos pendientes en la puja y la tramitación– corre muchos riesgos de crear una auténtica burbuja con el negocio del viento.

Al sistema eléctrico no se le puede alimentar con más y más potencia instalada al antojo de las empresas. La seguridad y la calidad del suministro, cuando cada uno de nosotros le da al interruptor, están en juego. Uno de los múltiples impactos de la crisis económica fue el freno en los crecimientos disparados del consumo energético. Hasta finales de este año se recuperarán, según REE, los niveles que había hace tres ejercicios, antes de la recesión, y los cálculos apuntan además a que con las políticas de eficiencia nunca se repetirán aumentos por encima del Producto Interior Bruto (PIB). Aquí está el primer gran muro del concurso eólico. ¿La demanda necesitará tanta electricidad nueva?

Lo de priorizar la eólica por encima del resto de fuentes, con primas de por medio, tiene sus límites. Hay que disponer de otro tipo de centrales preparadas por si sencillamente el viento deja de soplar. Las nucleares se pueden encender de un momento a otro. Las térmicas y ciclos combinados funcionan siempre con un mínimo de actividad imprescindible en el arranque de la mañana, cuando la demanda pega un salto con el arranque de la actividad. Por todo eso, la red pide más líneas y, sobre todo, incrementar las conexiones internacionales para exportar cuando sobre energía.

La de Francia, la obra "prioritaria" para REE, duplicará su capacidad hasta el 6%, pero lejos aún del 10% que recomienda la UE. Los parques eólicos gallegos también la necesitan. Al fin y al cabo no existen compartimentos estanco en el sistema eléctrico, que funciona como vasos comunicantes entre regiones y países que siempre deben estar equilibrados. El nuevo tendido de Galicia con Portugal, que también permitirá multiplicar por dos el envío de electricidad, estará listo a finales de 2015. Segundo problema. Galicia no está sola en el mapa eléctrico y la técnica no entiende de nacionalismos.

Muy relacionado con eso está el filtro que el Ministerio de Industria mantiene para el sector, precisamente para acompasarlo a la demanda y las limitaciones técnicas. El registro de preasignación que da derecho a verter electricidad a la red y recibir las subvenciones correspondientes del Régimen Especial está cerrado hasta 2012. Entonces se abrirá de nuevo, con una larga lista de espera de más de 4.000 MW en la que, evidentemente, no están los molinos de la subasta de Economía.

Los parques tendrán que hacerse un hueco y competir con la potencia repartida en concursos en otras muchas comunidades. "¿Tiene sentido tener un parque construido y sin encender?", se preguntan muchos promotores que operan en la comunidad. Por eso se apunta a 2017, 2018 y 2019. Por no saber, ni siquiera saben cuánto se les pagará de prima para entonces. Los muros burocráticos se mezclan en este caso con los económicos, porque las entidades financieras, en horas bajas a la hora de soltar financiación, se pensarán dos veces ayudar a las enormes inversiones que necesitan las empresas si desconocen qué rentabilidad van a tener. Todos los ingredientes para una burbuja si los planes políticos no se dan la mano con la realidad.