Aunque con todo el terremoto del real decreto del Ministerio de Economía y sus nuevos criterios de solvencia el guión de la fusión de Caixanova con Caixa Galicia quedó en un discretísimo segundo plano, el propio Banco de España recordó hace solo unas semanas que el matrimonio es viable "en la medida" en que se cumpla el ambicioso plan de desinversiones con el que la entidad pueda aligerar lastre. El supervisor se refería expresamente a la venta de oficinas y mostraba su inquietud por el "cierto retraso" que acumulaba la operación, prevista teóricamente para antes de que acabe 2011. En las últimas días se ha dado un paso adelante tras el acercamiento a La Caixa, con la que se está negociando la cesión de un paquete de sucursales, sobre todo en el área del noroeste.

Es decir, el traspaso no solo del inmueble, sino de la clientela y los productos que estén vinculados a esas oficinas. Activo y pasivo, tanto créditos, como depósitos, según señalan fuentes financieras, que evitan hablar de un número concreto de sucursales ni de la ubicación, aunque recuerdan que el interés de La Caixa –que ha trasladado a Galicia a algunos directivos para examinar "in situ" la situación– pasa por incrementar su presencia en comunidades como Galicia, León, Asturias o algunos otros puntos del norte peninsular. Según los últimos datos disponibles sobre los puntos de atención al cliente en el sector, a cierre de 2010 la entidad catalana cuenta en territorio gallego con casi dos centenares de oficinas.

Además de la reestructuración de plantilla, básicamente con el recuento de 1.200 prejubilaciones, y la venta de algunas de las participadas, el grueso de las desinversiones, alrededor de 12.000 millones de euros, están en el traspaso de red. Caixanova y Caixagalicia, en agosto y aún por separado pero a punto de fusionarse, ya encargaron a Goldman Sachs la colocación de ofertas en el mercado.

Desde entonces, más de una entidad mostró su apetito, especialmente en sucursales de zonas que, como Galicia, cuentan con una morosidad muy baja. Entre ellas, el Santander, que fue de las primeras en conocer las intenciones de desinversión de la caja gallega, y el Sabadell, con el que se tanteó incluso la adquisición del Banco Gallego, controlado en un 49% por Novacaixagalicia. Ha habido, según apuntan las mismas fuentes, contactos incluso con entidades extranjeras que aspiran a entrar en el sistema financiero español.

El volumen total de oficinas a ceder roza las 300 y, aunque inicialmente la intención de Novacaixagalicia era deshacerse, básicamente, de red exterior –de hecho, los sindicatos obligaron a incluir en el pacto laboral el compromiso explícito de la dirección de luchar por el mantenimiento de los puestos de trabajo en estas sucursales–, al final opta por poner a disposición de posibles compradores varios lotes diferentes, que combinan tanto negocio en Galicia como de otras comunidades. "Ha habido varios contactos en estos meses, aunque con todo lo del real decreto el mercado ha puesto el freno", cuentan en la entidad.

La relevancia de la operación no está tanto en los ingresos que se puedan obtener –porque hay saturación de ofertas y oficinas que no son demasiado rentables–, sino en aligerar cargas, tanto de morosidad, como de costes laborales. De hecho, el volumen de activos ponderados por riesgo se reduciría y sería más fácil acercarse a las exigencias de capital principal que marca el Gobierno.