Hablar del astillero H.J. Barreras es hablar del progreso industrial de Vigo, en sus dos principales vertientes: la construcción naval y la pesca. Hace 119 años, en 1892, José Barreras Massó, descendiente de empresarios dedicados a la industria del salazón, puso el germen de lo que hoy es el astillero privado más importante de España.

En el Areal, a la altura de la calle Colón, el ingeniero José Barreras construyó un taller para la instalación en los pesqueros de motores de vapor de la compañía británica Plenty & Son. Tres años después, en 1895, se dedica a la construcción de los cascos de los barcos en madera y es cuando nace el astillero propiamente dicho. Las instalaciones permanecen en ese lugar hasta 1916, periodo en el cual construye nada menos que 325 vapores, según el historiador Xoán Carmona Badía.

La Primera Guerra Mundial supuso un fuerte impulso para el astillero vigués al recibir un gran número de pedidos y, ante la falta de suministros de motores, tener que ingeniárselas para construirlos en dentro de la propia empresa. Así se crea la división de máquinas y calderas, y ya en 1911 el astillero alcanzaba la cifra de 400 empleados.

En 1919, el astillero se traslada a su actual ubicación en Coia, que en 1924 construyen los dos primeros barcos el "Castilla" y al "Aragón", en acero, y que fueron los primeros fabricados en este material por un astillero privado gallego.

La transformación de la hasta entonces empresa familiar se produce en 1928 cuando se convierte en sociedad anónima, con un capital de cinco millones de pesetas. En los años veinte, el astillero sufre una de sus crisis más importantes por el desplome de la construcción de pesqueros. Como ha ocurrido a lo largo de la historia de la construcción naval española, un solo contrato fue suficiente para que Barreras entrase en otra dimensión de la construcción naval. Campsa, encarga en 1934 un buque de suministro de combustible para barcos. Era el "Campalans", que permaneció hasta hace unos años en activo y que por muchas iniciativas de conservación como museo –tenía una máquina de vapor original en perfecto estado, que en los últimos tiempos fue conservada por el maquinista Ignacio Pérez– el barco acabó convirtiéndose en chatarra.

Además, la Armada había encargado dos guardapescas al astillero y la familia Massó encargó una serie de pesqueros.

Durante la guerra civil española, el astillero diversificó su actividad y construyó carcasas de proyectiles y tanques para el transporte de agua y combustible.

La construcción de barcos de madera convivió con la de acero hasta el año 1956. La empresa había entrado con fuerza en la construcción de parejas de bacaladeros de gran altura para pescar en aguas como las de Terranova. Y a finales de los 50 comienza a fabricar mercantes para la Empresa Nacional Elcano, hoy propiedad del grupo vigués Nosa Terra, que preside José Silveira Cañizares.

Según escribe Xoán Carmona en la obra "Empresarios de Galicia", en aquellos años Barreras se había convertido en la quinta empresa manufacturera de Galicia, solo por detrás de Astano, La Toja, Massó y Manuel Álvarez e Hijos.

En los años sesenta, el astillero alcanza los 1.800 trabajadores, viviendo así uno de los momentos mejores en su larga historia que se extendió a la década de los 70. A principios de los 80, como ocurrió en el resto de los astilleros españoles, Barreras se enfrentó a una reconversión que se tradujo en una importante pérdida de empleo directo para dar paso a una empresa de síntesis como es hoy, y que dio lugar a la industria auxiliar del naval conformada en la comarca viguesa por más de 300 empresas.

En los últimos años, el astillero de Orillamar se especializó en la construcción de atuneros, ferrys, offshore y sísmicos, además de otro tipo de buques entre los que destaca el "Edda Fides", el primer buque hotel del mundo construido específicamente para apoyo a plataformas petrolíferas.