El Real Madrid vive una nueva edad de oro. Convertido en una máquina de ganar, revitalizado tras la llegada al banquillo de Zidane -un tipo sensato, silencioso y enemigo de las estridencias de un pasado no muy lejano- el equipo blanco sumó su duodécimo entorchado europeo tras arrollar a la Juventus en un memorable segundo tiempo para convertirse de paso en el primer equipo que repite título con el nuevo formato de la competición. Desde 1958 el Real Madrid no lograba en la misma temporada conquistar la Liga y la Copa de Europa, un dato que describe la magnitud del logro alcanzado ayer en Cardiff. Solo el Celta, verdugo copero de los blancos en el mes de enero, impidió que la temporada de los de Zidane fuese perfecta. Los de Berizzo fueron los únicos capaces de derribar en un cara a cara a una plantilla fabulosa, joven, bien cosida dentro y fuera del campo y que ha sabido prolongar el idilio de este club con la competición.

La Juventus, crecida por su gran final de temporada, intocable en Italia durante la última década, duró hasta la mitad de la función. Dieron la cara en el primer tiempo, igualaron el gol inicial de Cristiano de manera enérgica y se fueron al entretiempo con la sensación de que habían hecho más cosas y mejores que el Real Madrid. Pero en el segundo tiempo no comparecieron. Quedará siempre la duda de si la responsabilidad de lo sucedido corresponde por completo a los de Zidane o Allegri cometió el error de ordenar un paso atrás a sus jugadores. La cuestión es que de la mano de un centro del campo maravilloso, con Isco, Modric y Kroos convertidos en los dueños del partido, el equipo blanco aplastó por completo a la Juventus, descosida por todas partes, incapaces de cerrar las vías de agua que se le fueron abriendo en todos los sectores del campo. Irreconocible la Juventus que no tardó en asumir el papel de perdedor que arrastra en este torneo (la de ayer fue la séptima derrota en nueve finales) mientra al Real Madrid le salió ese gen que le ha empujado a conseguir imponerse en sus últimas seis finales disputadas. Es algo que tiene mucho que ver con la historia y el peso de la camiseta. Este nuevo Real Madrid, repleto de futbolistas jóvenes que anuncian un largo recorrido a este proyecto, también ha heredado esa voracidad, el idilio con el torneo de sus antecesores.

Nadie hubiera apostado por ello en el descanso porque la Juventus demostró que tenía suficientes argumentos para hacer daño a un Real Madrid que atacó poco y con un punto de desorganización. Solo acertaron en una buena llegada de Carvajal que entregó a Cristiano el balón para abrir el marcador cuando se llevaban veinte minutos de juego. Pero respondieron los italianos con la decisión que han mostrado toda la temporada, la que les ha ayudado a reinar en Italia y a eliminar en rondas anteriores a ilustres como el Barcelona. Marcó Mandzukic el empate en una genialidad de remate que premió a uno de los mejores jugadores del cuadro turinés. Pero no fue solo eso. El equipo italiano trabajaba bien, robaba en el campo del Real Madrid, atacaba con mucha gente, no se cuidaba demasiado y amargó la existencia de los de Zidane que apenas probaron a Buffon.

El problema es que la Juventus se creyó eso de que era un equipo intocable. Solo había recibido tres goles en la Champions antes de pisar Cardiff y tal vez por eso prefirieron cuidarse un poco a la espera de asestar la puñalada definitiva. El problema es que eso entregó el control del balón a Isco, Modric y Kross. El andaluz, algo impreciso en el primer tiempo, ligeramente a la izquierda y allí, en compañía de ese torbellino que es Marcelo, abrieron en canal a los italianos. Un monólogo que no encontró respuesta en la acera de enfrente. A la Juventus se le fue poniendo cara de cordero. El pánico se les dibujó en sus caras y el dominio de los blancos era cada vez más aplastante. Los italianos se fueron escondiendo en su área a la espera del tiro de gracia o de un golpe de fortuna. Llegó, pero a favor de quien se había ido con decisión a por el partido. Enganchó Casemiro un disparo desde fuera del área que golpeó en un contrario y el balón fue a caer, como un peso muerto, junto al palo derecho de la portería italiana. Lejos de resolverse, la Juventus se desplomó y el Real Madrid acudió a la llamada de la sangre. Cristiano Ronaldo anotó el tercer tanto tras una gran llegada de Modric hasta la línea de fondo. Ya no hubo más partido. Solo conocer el alcance exacto de la avería que iba a generar el partido a la Juventus. Allegri movió el banquillo, pero allí se demostró lo limitado de sus recursos mientras Zidane echaba mano de talentos como Bale y Zidane. La descripción del tamaño descomunal de su plantilla, la mejor del planeta con enorme diferencia y a la que él ha conseguido poner un poco de sentido común. Así ha sucedido por ejemplo con Cristiano Ronaldo al que ha dosificado para que llegase a este final de temporada en absoluta plenitud física y sin los problemas que le han acompañado en otros finales de temporada. En pleno ataque de euforia el Real Madrid marcó el cuarto, obra de Asensio, y estuvo cerca de aumentar la cuenta hasta el escarnio de una Juventus que deberá seguir esperando. El problema es que su tiempo puede que haya pasado. Al del Real Madrid no se le ve el final.