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Historias irrepetibles

La chica que llenaba estadios

Lily Parr, primera mujer que ingresó en el Salón de la Fama del fútbol inglés, se convirtió en una personalidad a comienzos del siglo XX

Un equipo del "Dick, Kerr"; Parr es la primera por la derecha de la fila de abajo.

La "Dick, Kerr and Co Ltd" era una de las empresas más importantes del sector ferroviario en Inglaterra a comienzos del siglo XX. Durante la Primera Guerra Mundial las necesidades del país cambiaron por completo y ésta, como muchas otras fábricas, pasaron ser controladas por el Gobierno, sus cadenas de montaje se llenaron de mujeres que cubrieron el espacio que habían dejado los hombres que estaban en el frente y comenzaron a fabricar munición. Con la intención de relajar el ambiente en los centros de trabajo, en muchos de ellos comenzaron a organizarse partidos de fútbol a la hora de la comida y se animó la creación de equipos que con el tiempo comenzaron a organizar partidos amistosos que tenían como objetivo recaudar dinero para los heridos de guerra.

En ninguna otra fábrica la idea triunfó de un modo tan rotundo como en la "Dick, Kerr" en Preston. Alfred Frankland, el administrador, se aventuró a llevar sus partidos amistosos a recintos cada vez más grandes y siempre encontró la respuesta de un público tan generoso como entregado. Uno de aquellos encuentros reunió a más de diez mil personas en Deepdale, el gran estadio de la ciudad, el hogar del Preston North End. Ese fue el impulso que necesitó para llevar más lejos su propósito. Concertó más partidos, buscó campos más grandes y reforzó el equipo con mejores jugadoras. Dos de sus futbolistas más importantes le hablaron de una chica que jugaba en el "St.Helen Ladies" y que tenía la potencia de golpeo de un hombre. Fue así como Lily Parr llegó al "Dick, Kerr's Ladies".

Lily Parr había crecido en St.Helens rodeada por sus seis hermanos que la protegían y la incluyeron desde muy pequeña en sus juegos. El fútbol y el rugby fueron sus principales entretenimientos infantiles y por eso en cuanto pudo se calzó una botas y comenzó a jugar en el equipo femenino que había en su pueblo. Cuando en 1919 la llamaron para jugar en el "Dick, Kerr" no se lo pensó dos veces. Tenía solo quince años, pero hizo la maleta y se marchó a Preston a comenzar una nueva vida y a aumentar el nivel y el interés por aquel equipo.

Tras finalizar la Primera Guerra Mundial la recaudación de los partidos que jugaban se destinaba a la Asociación Nacional de Soldados y Marinos Licenciados y Discapacitados. En 1920 su popularidad se disparó después de una serie de enfrentamientos contra una especie de selección francesa que visitó Inglaterra. El "Dick, Kerr" representó al país en aquellos duelos que se disputaron en estadios con capacidad para más de diez mil espectadores. Siempre se llenaron. Tras devolver la visita a las francesas les llovieron las invitaciones para jugar en muchos lugares. El 26 de diciembre de 1920 en Goodison Park (estadio del Everton) reunieron a 53.000 espectadores, una cifra que Frankland no podía ni soñar. Lily Parr era una de las grandes atracciones. Jugaba por la izquierda, tenía una potencia descomunal, era grande y anotaba con una facilidad pasmosa.

Pero su popularidad acabó siendo un problema. El equipo, que a veces también jugaba partidos para ayudar a los mineros, comenzó a ser considerado una herramienta al servicio de los Laboristas. Y entonces la FA vetó el fútbol femenino de sus estadios. "Habiendo recibido quejas sobre el fútbol jugado por mujeres, el Consejo se siente impelido a expresar enérgicamente la opinión de que el fútbol no es apropiado para las damas y no se debe animar a éstar a practicarlo". Ese fue el comunicado que en 1921 prohibió que las mujeres jugasen en estadios afiliados a la organización (la mayoría). Aquella canallada de la Federación frenó por completo la evolución del fútbol femenino en el momento de su eclosión.

El "Dick, Kerr" desafió a la FA y siguió jugando partidos. Se fue de gira a otros países cuando pudo, pero el gran problema era que en casa les resultaba imposible mantener el nivel de recaudación porque estaban arrinconadas en campos de inferior categoría. Los problemas no acababan ahí. English Electric compró la empresa, deshizo el equipo de fútbol y echó a todas las jugadoras, incluida Parr. Incapaz de rendirse, Frankland mantuvo con vida su proyecto que pasó a llamarse el "Preston Ladies". Parr encontró trabajo en un manicomio de Whittingham donde también conoció al amor de su vida: Mary. Juntas compraron una casa en la ciudad y jamás ocultaron su relación en un tiempo en el que la mayoría de las parejas homosexuales elegían el camino de la máxima discreción.

El Preston Ladies siguió siendo el mejor equipo del país. Muchas de sus jugadoras fueron apartándose con el paso de los años. Por cansancio, edad o porque se casaban. Parr no se movió durante décadas. En 1937, tras ganar el título oficioso de campeonas de Gran Bretaña, Frankland se quejó amargamente del escaso agradecimiento que había hacia un equipo que había recaudado para obras benéficas más de 100.000 libras (lo equivalente en la actualidad a varios millones).

Parr jugó su último partido en 1940, con 45 años. Marcó aquel día su último gol en la victoria sobre Escocia. Se jubiló en 1960 y en 1967 se le diagnosticó un cáncer que no pudo con ella hasta 1978. Vivió lo suficiente para ver cómo en 1971 la FA revocaba la decisión de 1921 que prohibía el acceso del fútbol femenino a sus estadios y pidió disculpas. Cincuenta años habían mantenido esa ignominia. Parr se convirtió en un icono para el fútbol femenino y también para la lucha por los derechos de los homosexuales. En 2002, cuando la Federación Inglesa dio la pimera relación de personalidades para el Salón de la Fama de Manchester, incluyeron el nombre de Lily Parr. Por ella y por todas las mujeres que en su tiempo mantuvieron ondeando la bandera del fútbol.

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