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Historias irrepetibles

El cuento del boxeador y su hada

Marcel Cerdan murió en un accidente de avión cuando se dirigía a Nueva York para medirse a Lamotta por el título mundial - Vivía entonces un apasionado romance con Edith Piaf

Cerdan, a la derecha, durante la pelea por el título mundial con Zale.

Los parisinos le apodaron el "Bombardero marroquí". Lo hicieron después de que en febrero de 1938 consiguiese el título de campeón de Francia ante diez mil espectadores entusiasmados por su velocidad y pegada. No hacía mucho que Marcel Cerdan había llegado desde Casablanca, la ciudad en la que había descubierto el boxeo. Sus padres, dos emigrantes de Aspe (Alicante), se habían instalado en la ciudad argelina de Sidi Bel Abbes (en aquel momento un protectorado francés) y allí habían nacido sus hijos. Marcel era el pequeño de ellos y el que menos sintió el traslado a Casablanca en 1922. Solo tenía seis años. Comenzó a sentir curiosidad por el boxeo gracias a la ayuda de su padre y de sus hermanos. Entre el ring y los descampados donde se podía jugar al fútbol pasó su niñez. Era condenadamente hábil con la pelota en los pies, pero quienes le rodeaban no tardaron en convencerle de que sus condiciones le podían llevar a la cima del boxeo. Con diecisiete años debuta en el peso mosca e inicia una serie de victorias por todo el norte de África. Más de treinta combates entre 1934 y 1937. Todos ganados, alternando victorias producto de la estrategia y la resistencia y otros gracias a contundentes y sonoros KO. Las puertas de Francia se abrieron para él tras el triunfo sobre Eduard Hrabak.

La Sala Wagram de París asistió al flechazo de la afición francesa con Cerdan. Llevaban diez años buscando un sucesor en sus corazones para George Carpentier y creyeron encontrarlo en aquel argelino criado en Marruecos, de aspecto tosco, pero rápido de piernas y manos. Solo un año después de pisar suelo francés había conseguido el título nacional y nadie advertía su techo. El siguiente escalón es el Europeo que conquista en 1939 tras ganar en una encerrona en Milán al italiano Turiello. Llegó entonces la Segunda Guerra Mundial y Marruecos le llamó a filas. Aquello supuso un parón de dos años en su trayectoria (no volvería a pelear hasta 1941) pero siguió entrenando y participando en competiciones entre soldados.

Pero su periodo en la Marina marroquí le permitió dar rienda suelta a su otra gran pasión: el fútbol. Fichó por el Ideal de Casablanca y siempre que se lo permitían sus obligaciones militares entrenaba y jugaba con sus nuevos compañeros. Además, le permitía disfrutar de un gran estado de forma a la espera de ser licenciado y regresar a Francia en busca de fama, títulos y dinero. Su presencia en el fútbol no fue una simple anécdota. Llegó a ser convocado para jugar varios amistosos con la selección de Marruecos y se enfrentó a Francia en 1940 formando parte de un equipo en el que estaba el legendario Ben Barek, que haría carrera en el Atlético de Madrid.

Cinco años le costaría llegar a Estados Unidos. Cincuenta combates de los que solo se le escapó uno. En el medio, su única pelea en España, en la Monumental de Barcelona ante José Ferrer, a quien antes de empezar pidió que se cambiase de calzón. Resulta que llevaba una bandera española en la cintura y Cerdan, con muy buenas formas, le explicó que debido a que sus padres eran alicantinos él también se sentía un poco español y que no quería que pareciese que estaba peleando contra esa bandera. Ferrer no se lo quitó, pero duró minuto y medio en pie. Un KO rotundo acabó con la cuestión.

La carrera de Cerdan no resultó sencilla. Cada avance implicaba muchas peleas, mucho tiempo, pero nunca desistió. Tenía tanto coraje como paciencia. En septiembre de 1948, tras otra serie de victorias en Estados Unidos y en Europa, se citó con Tony Zale en Nueva York para pelear por el Mundial del peso medio. Llegaba pletórico. Tras once interminables asaltos Cerdan acabó por derrimar al norteamericano. Con 32 años estaba en la cima del mundo y Francia se derretía por él. También Edith Piaf. La cantante, una de las grandes celebridades del país, había conocido al boxeador un año antes en París. Un saludo protocolario, una conversación educada y poco más. Pero a raíz de la crisis de su matrimonio con Marinette (con la que había tenido tres niños), Cerdan se atrevió a dar un paso al frente. Durante una visita a Estados Unidos la llamó a su hotel para invitarla a cenar y allí surgió un corto pero apasionado amor. Piaf perdió la cabeza por completo por Cerdan. Pese a que la cantante vivía casi todo el tiempo en Estados Unidos y él en Francia, hacían lo imposible por multiplicar sus encuentros. Dos de los grandes mitos de Francia habían unido sus caminos. Eran un caramelo para los periódicos y las revistas que reproducían fotografías de ellos y les perseguían en sus paseos neoyorkinos. Cerdan incluso llegó a dar una rueda de prensa para confesar públicamente su amor por Piaf. El la llamaba "mi hada" y ella le escribía cartas en las que le decía cosas como "tu olor permanece en las sabanas y mi corazón se acuesta todos los días en brazos de la tristeza".

En el medio de aquel alboroto al púgil francés le ofrecieron defender su título contra Jack Lamotta, un boxeador del Bronx al que se relacionaba con la mafia. Aceptó sin dudarlo. No le parecía gran cosa y él sabía que estaba en un momento de forma extraordinario. Solo quedaba la duda de si aquel año de amor casi adolescente con la cantante le podía haber afectado a su preparación. No lo hizo, aunque el resultado no fue el que imaginaba. Lamotta era duro, pero no mucho más que él. En el combate celebrado en Detroit el 20 de junio de 1949 Cerdan se fue al suelo, más por un empujón que por un golpe, y se hizo daño en el hombro. Una pequeña dislocación. Resistió diez asaltos más hasta que el dolor se hizo insoportable y tuvo que retirarse. "Lamotta es más lento que Zale, pero pega más fuerte" dijo a L'Equipe tras la pelea. Una derrota de la que Piaf se encargó de consolarle en el nido de amor que ambos compartían en la Gran Manzana. Cerdan no imaginaba que aquella había sido la última pelea de su vida. Regresó a Francia para seguir entrenando y cerró la revancha con Lamotta para el 2 de diciembre de ese mismo año. El 27 de octubre se subió a un avión con destino a Nueva York. Se planteó viajar en barco, pero al final le podían las ganas de reencontrarse cuando antes con Edith Piaf. Pero el avión de Air France se estrelló en el Pico Vara de la isla de San Miguel (Azores). Cerdan murió junto a otras 47 personas.

La noticia destrozó el corazón de los franceses y sobre todo el de Edith Piaf que nunca llegó a superar la pérdida. Se convirtió en una adicta a la morfina, los barbitúricos y el alcohol. Le dedicó una de sus canciones más reconocidas, el "Hymne a l'Amour" y aunque su vida sentimental fue un rosario de amantes, nada le marcó tanto como aquellos dos años junto a Cerdan.

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