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Vivos en territorio del Atlético

El Celta, para evitar errores, no quiso imponer esta vez su estilo sino que optó por adaptarse a la propuesta rojiblanca y lo logró

Iago Aspas intenta irse del marcaje de Filipe Luis, a cuya ayuda acude Augusto. // José Lores

Extraordinaria actuación del Celta. A este equipo se le elogia la brillantez en los buenos días. Es cuando conduce al rival al alocado ritmo de ida y vuelta en el que su verticalidad descolla, ese asombroso vértigo. El Atlético, sin embargo, jamás se deja seducir por el adversario. Los partidos se desarrollan inevitablemente conforme a las reglas que impone Simeone. El Celta lo aceptó, Berizzo retocó la táctica respecto al encuentro liguero -no incrutó a Radoja entre los centrales para tapar a sus dos delanteros, por ejemplo- y el equipo igualó a los rojiblancos en consistencia, intensidad, solidaridad, oficio... El Celta que arriesga para acertar apostó en esta ocasión por evitar los fallos, abundando más en el despeje y el pase largo. Otro fútbol que es también conveniente que la escuadra celeste aprenda a manejar. Lograrlo enriquecería sus recursos y ahorraría sufrimientos como el vivido ante el Levante.

Respeto al celta

Simeone ha ido eliminando a los actores secundarios de sus alineaciones coperas según ha ido superando rondas. Contra el Celta no reservó a ninguno de sus futbolistas capitales (excepto a Oblak): Godín, Gabi, Koke, Griezmann... La presencia de la espina dorsal en Balaídos retrata el valor que el Atlético concede a la Copa y su respeto por el Celta.

Paciencia y efectividad

El partido se desarrolló, en cada periodo, de forma inversa al liguero: con el Atlético dominando la fase inicial y el Celta recuperando el terreno y el control paso a paso, con paciencia. El Celta se gustó en algunos minutos. Le faltó claridad en el último tercio de cancha. Mérito del Atlético, que sabe cómo apretarse si le agobian. Con todo, las escasas ocasiones viguesas se antojan un diluvio ante un equipo que apenas concede nada y suele concluir con su portería a cero. El Celta necesitará un elevado porcentaje de efectividad en el Calderón si quiere estar en semifinales.

la autoridad de godín

Existen dictámenes de expertos para todos los gustos sobre la mano que Estrada Fernández no indicó como penalti. Las más instruidas, manejando circulares del Comité Nacional de Árbitros, indican que falló. Error grave, entonces, de naturaleza técnica, porque sí vio la acción. Pero más allá de ese desliz, una acción puntual que exige un juicio acelerado, a Estrada se le puede criticar su criterio reverencial con Godín. El central del Atlético impone su autoridad como antaño Hierro. Aspas lo sufrió en sus tobillos. Haber adquirido esa jerarquía sin ser merengue o azulgrana es el premio al crecimiento del Atlético bajo la mano de Simeone. Por lo demás, Estrada es buen árbitro, con futuro, diplomático en el manejo de situaciones tensas.

el tucu llega

Ya nadie recuerda los silbidos al Tucu. Los intangibles que señalaba Berizzo empiezan a resultar visibles. El Tucu no se ha adaptado al ritmo europeo, no lo posee en su cuerpo, sino que ha conducido el fútbol que lo rodea a sus magnitudes espacio-temporales. Antes no llegaba. Ahora parece que no va a llegar, pero siempre llega. Es la razón de que genere tantas faltas del rival.

guidetti florece

Estas semanas de cambio de año han servido para aliviar aquella preocupación por la escasa plantilla del Celta, la esterilidad de sus suplentes o la unidimensionalidad de su juego. Sin Nolito y Augusto, el equipo ha seguido produciendo puntos en Liga a un ritmo decente. Y ayer, con un Orellana menor, incómodo en un partido que se jugaba más por alto que a ras de suelo, la escuadra supo cómo plantarle cara al líder de Primera. Berizzo, como ya hiciese la pasada temporada en la época de crisis, ha sabido cuándo llegaba el momento de dar un golpe de timón y refrescar la fórmula. Bongonda o Señé han ido asomándose. Y Guidetti empieza a mostrar la calidad que se le suponía. Los primeros meses han probado que al sueco no le sienta bien el papel de revulsivo. No tiene un físico de rápido calentamiento ni un juego eléctrico, que agite los partidos. Con tiempo suficiente, sin ansiedad, trabaja, tira desmarques de ruptura, prolonga las asociaciones y exhibe olfato para estar cerca del balón en zonas peligrosas. Beauvue tiene más pinta de reactivo inmediato. Aunque la inversión y el largo contrato invitan a pensar en él como protagonista a medio plazo. Al final, el Celta está bien pertrechado arriba. ¿A costa de andar escaso en defensa? Nadie es perfecto y menos con un gasto en sueldos entre los más humildes de Primera.

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