Existe en la carga algo atávico, salvaje, que despierta al animal que somos. La carga excita y sublima, incluso la carga suicida, condenada al fracaso. Ese dulce placer que cantaban los trovadores franceses, Nemours empalado contra las picas del Gran Capitán en Ceriñola, la brigada ligera inmolada ante los cañones rusos; también si es a pie, los hombres de Pickett cayendo loma arriba, como espigas en la siega de Gettysburg. El rugby, aunque coreografía y aritmética, nace del deseo de los cuerpos. Es Tatafu con cuatro rivales enganchándose a sus piernas; es Muñiz como un alud, mientras las gradas le gritan "jabalí"; es Uru quebrando las caderas. Poco importa que sea en Honor o en Honor B. El rugby te entusiasma y te vacía. El Blusens Networks cargó y al girarse, descubrió a su adversario desbaratado sobre el suelo.

Fue el día de liberar toda la energía reprimida durante la pretemporada. Sin seguro médico, los vigueses no habían podido disputar amistosos. Tenían que contenerse en los entrenamientos. Tanta ansia en estampida. "En el valle de la muerte cabalgaron los seiscientos", versificó Tennyson.

El Peña La Única resistió en la primera parte, amparado en el viento a favor. Llegaron a ponerse 0-10. Pudieron haber aprovechado incluso mejor las rachas del sur para jugar más en campo vigués. En la melé parecían sostenerse bien. El árbitro les consintió al principio pisar la frontera del fuera de juego. Acudían con presteza al ruck.

El XV del Olivo esperaba su momento. Los locales conocen bien los entresijos del microclima de As Lagoas, en esos días que es verano, invierno, otoño y primavera, todo a la vez. Uru pudo sentirse cómodo como apertura porque el resbaladizo oval le pedía precisamente más carrera que pase. La niebla iba y venía como una mano fantasmal. Los dos primeros ensayos llegaron así, con el público esforzándose por distinguirlos en la distancia como adolescentes de los noventa con la porno del Plus. "Se ha ido otra vez la señal", gritaba uno, si las figuras se difuminaban. Fueron los silbidos del árbitro, sirenas de barco entrando en puerto, los que advirtieron que el Blusens había empatado. El 10-10 era al descanso la victoria.

El conjunto vigués había invertido de la forma correcta sus esfuerzos. Percusión a percusión, en el pick and go o el maul, erosionando como a la gota china la línea navarra, ahora sí penalizada en sus excesos por el árbitro. El huracán soplando a su favor.

El vuelco lo completó Tatafu, "tryman" la pasada temporada en División de Honor, cuando actuaba de pilier, y candidato a repetir galardón en la categoría inferior, jugando de octavo. Es el único profesional que queda en la plantilla, dietas aparte para los de fuera de Vigo. Y justifica su salario. El 15-10, su segundo ensayo particular, lo anotó ya lesionado. Sintió el mordisco en el gemelo y se quedó de ala. El oval recorrió todo el frente y lo encontró con su última bala en la recámara. Empujó, posó y se fue. En el primer diagnóstico el problema parece quedarse en contractura.

El Blusens Networks gestionó bien su baja. El Peña La Única, al que se le supone un nivel medio entre los diez componentes del grupo A, carecía de recursos técnicos para romperle el ritmo. A la avalancha implacable de Tatafu y Muñiz le siguió el cimbreo de Uru y Carlos de Cabo para asegurar el triunfo y el bonus. Tuvo tiempo Norm Maxwell de ir introduciendo en la cancha a toda la chavalada, que tendrá un papel importante durante la temporada. También quieren coger el oval, mirar al frente y galopar para que, ya triunfantes o caídos, de ellos se escriba: "¿Cuándo se marchitará su gloria? ¡Oh qué carga tan valiente la suya!".