Los enfrentamientos armados no son exclusivos de Estados Unidos y en España muchos agentes de policía se han visto implicados en una escena propia de película cuando desempeñaban su trabajo. No es habitual, pero sí ocurre y veinticinco casos concretos se han documentado en el libro "En la línea de fuego: la realidad de los enfrentamientos armados" (Anaya), escrito por el policía local de La Línea, Ernesto Pérez Vera, y el psicólogo Fernando Pérez Pacho. El primero impartió una conferencia sobre la obra, en cuya quinta edición se incluyen tres nuevos casos, en La Casa del Libro de Vigo.

- ¿Qué cuentan en el libro?

- Es un ensayo literario en el que analizamos el comportamiento de 33 policías españoles de todos los cuerpos que se vieron en la tesitura e sobrevivir a tiro limpio aunque algunos ni siquiera lograron desenfundar el arma. El libro analiza la situación desde el punto de vista técnico policial y del psicológico con entrevistas también a los protagonistas y en un estilo novelado. En definitiva, cuenta qué se vive en un enfrentamiento armado policial y el factor fisiológico del ser humano expuesto al "tu o yo, aquí y ahora". Estamos acostumbrados a ver las películas pero la realidad es que cuando la situación se complica la mayoría de los policías no están preparados, se nos inculca muchas veces el miedo a desenfundar y hacer uso del arma.

- Incluye su propia experiencia.

- Soy un capítulo más del libro. Yo era policía local en La Línea de la Concepción y sobreviví a tiro limpio a una situación grave de atentado contra mi persona. El día que me mataron, digo eso porque yo lo siento así, fue el 30 de agosto de 2007 y desde entonces me tuvieron que operar siete veces, la primera de urgencia al día siguiente porque me partieron la tibia y el peroné a la altura del tobillo y otras seis después de espalda, que la tengo llena de tornillos. A raíz de aquello volví a trabajar porque mentí al tribunal médico pero en 2013 me jubilaron.

- ¿Qué ocurrió?

-Estaba en la Barriada de San Fernando, donde el narcotráfico es el pan nuestro de cada día desde siempre, identificando al conductor de un vehículo. Le abrí la puerta para que saliese pero lo que hizo fue meter marcha atrás y yo quedé atrapado entre el bastidor y la puerta con las piernas por debajo del coche y el brazo lo enganché en la ventanilla, que por suerte estaba abierta. Primero me llevó 60 metros atrás y 100 hacia delante aplastándome contra los vehículos estacionados y en una de esas conseguí hacer fuego porque llevaba el arma preparada y le metí dos tiros en una pierna. El tipo huyó y lo detuvieron en noviembre del año pasado. Está en prisión a la espera de juicio por intento de homicidio.

- Habían pasado diez años, ¿cómo recibió la noticia?

-Me llamó un compañero para contármelo y lloré, ya daba por perdida la detención. Mi familia ni siquiera quería que lo cogiesen. Él y sobre todo su hermano son narcos peligrosos. Empecé a tener de nuevo pesadillas. He pasado por varios traumas, no solo fue sobrevivir in extremis a aquella situación sino la incomprensión de mis compañeros y luego que me jubilasen. Cuando fui a entregar la pistola, en 2013 con 43 años, no hubo ni un adiós ni un gracias por los servicios prestados, ni una comida de despedida. Eso es muy duro. No te preparan para enfrentarte a la muerte pero tampoco para tratar a quien sobrevive, siempre le ponemos pegas. Yo era díscolo y por eso sabía que no recibiría medallas pero es duro.

- Además de escribir el libro imparte conferencias sobre la materia, ¿qué tipo de público acude?

- Básicamente policías, pero también criminólogos o estudiantes, periodistas especializados y también juristas. Hicimos un acto en Burgos solo para miembros de la judicatura, jueces y fiscales, que nos hicieron muchas preguntas, ávidos de saber entre otras cuestiones si se puede apuntar o no en una situación de vida o muerte y efectivamente no se puede. Fisiológicamente cuando una persona cree que se encuentra en inminente peligro el cuerpo se prepara de tal modo que puede hacer muchas cosas y otras muchas no y una de ellas es apuntar porque el cristalino del ojo se aplana por una serie de visicitudes fisiológicas. Es inviable en esas circunstancias.