Santa Trega desfiló ayer en procesión por la cima del monte, seguida por numerosos fieles que mostraron su devoción, mantenida a lo largo de los siglos. Es la patrona del antiguo Ayuntamiento de A Guarda que estaba formado por siete parroquias: A Guarda, Camposancos, Salcidos, O Rosal, San Juan de Tabagón, San Miguel de Tabagón y San Bartolomé de As Eiras. Las últimas cuatro citadas, forman parte actualmente de O Rosal.

Vecinos de los dos municipios acudieron a los actos religiosos, a la subasta de productos típicos y almorzaron en lugares del monte.

La misa solemne y procesión, a la que asistieron los alcaldes de A Guarda, José Manuel Domínguez Freitas. y de O Rosal, Jesús María Fernández Portela, además de concejales y representantes de organismos oficiales, estuvo presidida por Ángel Soliño Fernández, párroco de Camposancos y de Tabagón, asistido por Jesús García Villadóniga (párroco de A Guarda), el padre somasco Vidal y José Luis Blanco (capellán de las Doroteas). En su homilía, Ángel Soliño pronunció varias peticiones dirigidas a la santa, entre ellas que, a favor de la dignidad del hombre, haya trabajo permanente en este momento de crisis. Pidió por la familia; por la sana formación y educación de los niños, con los padres como principales educadores; y para que los gobernantes busquen solución a la difícil situación que se vive en los pueblos. Rogó porque prevalezca la concienciación medioambiental y se acabe con la trágica destrucción que provocan los incendios forestales.

La fecha de ayer es el principal jubileo del entorno y está vinculada a una promesa formulada hace 657 años.

En el año 1355, una sequía asoló Europa y la gente del lugar iba a buscar agua al río Miño con cuencos. Se morían los animales por falta de pasto y en los hogares se pasaba hambre.

Una niña pastorcita pidió a Santa Trega que llegase la lluvia. La petición se cumplió y, en respuesta a ello, las parroquias hicieron un voto o promesa: subir hasta la ermita, en la cima del monte, para agradecer los favores a la santa. A partir del año 1599 se estableció que solo subiesen los hombres para pasar dos días en el monte, a pan y agua.

Con el paso del tiempo, la antigua costumbre penitencial mantiene "el voto" cada último sábado de agosto.