La mayoría llegaron en coche, acompañados de familiares en quienes se apoyaban para llegar hasta el Santuario de San Campio de Lonxe, situado en la parroquia de Figueiró (Tomiño). La fe les mueve hasta este lugar del Baixo Miño para pedir remedio a sus dolencias, sean del tipo que sean, aunque también acudieron a rogar víctimas de la crisis económica que se quedaron sin empleo y otros que temen perderlo. Ayer por la mañana se celebró la Misa de los Enfermos. Hoy y mañana domingo se ofician las eucaristías solemnes, con procesión y actuación de las corales polifónicas de Tomiño y A Guarda.

El mensaje que recibieron los peregrinos en la homilía del párroco y rector del santuario, José Luís Portela Trigo, se resume en que hay que "aprender a sufrir". El sacerdote diferenció diversos tipos de sufrimiento, desde los que producen la enfermedad, los problemas familiares o con los vecinos, los de convivencia, además de los que sobrevienen por la crítica, las murmuraciones, las calumnias. "A veces los hombres son lobos los unos para los otros", dijo el sacerdote, quien citó en varias ocasiones a Santa Teresa de Jesús, como ejemplo. "La cruz del dolor no es una señal de castigo, sino de santificación", afirmó.

Hasta el templo fueron de camino, protegidos bajo el paraguas, la familia de Albino F.G., con el ánimo dispuesto a pedir con fe "para que el santo interceda por nosotros". En su caso, el negocio familiar está en precario y las dificultades para afrontar hipotecas, son muchas. Dijeron que es muy adecuado el refrán de "a Dios rogando y con el mazo dando", pues no regatean horas de trabajo, pero también acuden a San Campio, para pedirle este favor y rogarle que interceda para que la salud no les falte en este tiempo de crisis.

Darina H.A., venía con sus primas desde una parroquia del Val Miñor. Está enferma "me he levantado de la cama para que el santo me escuche". Pide que le ayude a reponerse y también se acuerda de otros familiares que necesitan el mismo apoyo.

Varias madres con sus hijos dormidos sobre el hombro pudieron verse durante el oficio y a la hora de comulgar. Personas de todas las edades llegaron hasta el templo, después de donar sus exvotos en la capilla penitencial donde podían verse además de cirios, las más diversas partes del cuerpo reproducidas en cera. Una forma de pedir salud.