Poco más de veinte minutos le bastaron ayer a Emre Mor para demostrar a Juan Carlos Unzué que está listo para asumir más protagonismo en el Celta. El turco-danés jugó ante el Barcelona uno de sus mejores encuentros desde que llegó a Vigo. El joven internacional evidenció haber comprendido, por fin, lo que le exige su entrenador y orientó todo su talento hacia el beneficio colectivo.

Emre Mor saltó ayer al césped con veinticinco minutos por delante. El número 21 del Celta sustituyó a un agotado Pione Sisto a la vez que Brais Méndez relevaba a un exhausto Wass en la medular. Un doble cambio con el que Unzué dio un giro al partido de ida de los octavos de final de la Copa del Rey frente al Barça. Los vigueses recuperaron la iniciativa que les habían arrebatado los catalanes tras el descanso y volvieron a percutir sobre el área de Jasper Cillessen. La irrupción de Emre Mor, en su versión más sensata con la camiseta celeste, fue clave. Porque el internacional turco puso su fútbol al servicio del equipo en lugar de dejar que saliese desbocado, como en ocasiones anteriores.

Hasta el encuentro de ayer la joven promesa otomana había dejado numerosos detalles de su incuestionable magia con el balón en los pies. Velocidad, regate, movilidad y llegada. Un futbolista imprevisible para lo bueno y para lo malo. Muchas veces en su individualismo dejaba atrás tanto a enemigos como a aliados. A Emre Mor le faltaba entender, como en una ocasión escribió Armando Álvarez, que a veces no era necesario ser él el que marcase el gol o diese la asistencia, si no ser quien diese el penúltimo o el antepenúltiumo pase de la jugada. Ayer en Balaídos ante el Barcelona fue diferente.

El trabajo de Unzué en A Madroa con el turco-danés arrojó sus frutos al lograr una versión más controlada pero igual de desequilibrante de Mor. El futbolista nacido en Copenhague, encuadrado en el flanco izquierdo del ataque del Celta, ocupó una posición más centrada que la de Pione Sisto, lo que le permitió estar más cerca de Iago Aspas y crear espacios para las subidas de Jonny. Emre Mor fue menos "chupón". Soltó la pelota en el inicio de las jugadas, tiró paredes al primer toque y jugó bien sin balón. Todo eso sin dejar de lado sus vertiginosas conducciones pero sin llegar a abusar de las mismas. Además, se plantó en un par de ocasiones delante del portero del Barcelona y rozó el gol. Solo le faltó prestar más atención en el repliegue defensivo, aunque recuperó la posesión en una de las constantes cabalgadas de Semedo.

Palabras de su entrenador

Después de esta actuación Juan Carlos Unzué ha pasado del "Emre Mor no va a jugar más minutos solo por sus cualidades" al "está creciendo y poco a poco tendrá más minutos porque es un futbolista determinante que puede resolver partidos y esperamos que lo haga pronto". Entre la primera declaración, tras el encuentro de Liga contra el Villarreal; y la segunda, solo han pasado tres semanas. Tiempo suficiente para que el turco haya reaccionado.

Sin embargo Emre Mor tiene ante sí la difícil misión de encontrar un hueco en una delantera que parece inamovible. Pione Sisto, Iago Aspas y Maxi Gómez son el tridente habitual de Juan Carlos Unzué y su rendimiento no invita a pensar en que lo vaya a deshacer. Sisto es el máximo asistente de Europa. Maxi, aunque ha bajado su promedio goleador, ha sumado a su lista de prestaciones la de asistente. Aspas, por su parte, es la referencia del equipo. El factor más determinate de este Celta y un líder en el terreno de juego. Hasta el momento el técnico navarro casi siempre ha dado la oportunidad a Emre Mor sustituyendo a su compatriota Pione Sisto, pero tendrá que estrujarse los sesos para otorgar un mayor protagonismo al internacional turco.

Emre Mor llegó en verano a Vigo procedente del Borussia Dortmund. El club vigués desembolsó trece millones a cambio de un jugador que desde el principio despertó muchas ilusiones entre el celtismo, que anhela ver sobre Balaídos la versión más brillante de una de los futbolistas más prometedores del fútbol europeo.